Página 92 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Por encima de la niebla de la duda, 21 de marzo
Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome vuestro
corazón aliento.
Salmos 31:24
.
Aun los cristianos de larga experiencia, son asaltados a menudo con las
más terribles dudas y desánimos. ... No debéis considerar que, a causa de
vuestras tentaciones, vuestro caso es desesperado. ... Confiad en Dios, esperad
en él y descansad en sus promesas.—
Carta 52, 1888
.
Cuando el diablo viene con sus dudas e incredulidades, cerrad la puerta
de vuestro corazón. Cerrad vuestros ojos para no espaciaros en sus sombras
infernales. Alzad vuestra vista a donde podáis contemplar las cosas que son
eternas, y encontraréis fuerzas para cada hora. La prueba de vuestra fe es
mucho más preciosa que el oro. ... Os hace valientes para pelear la batalla del
Señor. ...
Satanás se relaciona con todo aquel que desea relacionarse con él. Si
puede posesionarse de aquellos que han tenido cierta experiencia en religión,
los convierte en sus agentes más efectivos para llegar hasta otros hombres,
y rodear sus almas con la incredulidad. No podéis permitiros abrigar dudas
en vuestra mente. No halaguéis al diablo hablando de las terribles cargas que
estáis llevando. Cada vez que lo hacéis así, Satanás se ríe porque su alma puede
controlaros y porque habéis perdido de vista a Jesucristo, vuestro Redentor. ...
Debemos manifestar a Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su
luz admirable. Es mediante la fe viva como podemos descansar en esa luz.
Es mediante la fe viva como cada día podemos regocijarnos en esa luz. No
debemos hablar de nuestras dudas y pruebas, porque se hacen más grandes
cada vez que hablamos de ellas. Cada vez que hablamos de ellas, Satanás gana
la victoria; pero cuando decimos: “Encomendaré el cuidado de mi alma a él,
como a un testigo fiel”, testificamos entonces de que nos hemos entregado a
Cristo sin ninguna reserva, y entonces Dios nos concede luz, y nos regocijamos
en él.—
Manuscrito 17, 1894, pp. 11, 13
.
El alma que ama a Dios, se eleva por encima de la niebla de la duda;
gana una experiencia brillante, amplia, profunda y viva, y se hace humilde
y semejante a Cristo. Su alma es confiada a Dios, escondida con Cristo en
Dios.—
The Review and Herald, 3 de diciembre de 1889
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