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Obreros Evangélicos
el pecado. Examinad detenidamente vuestros modales y hábitos.
Comparadlos con la Palabra de Dios, y luego suprimid de la vida
toda mala costumbre y complacencia pecaminosa. Arrodillaos ante
Dios, para rogarle que os ayude a obtener mayor comprensión de
su Palabra. Aseguraos de que conocéis realmente los principios de
la verdad; y luego, al tratar con opositores, no lo haréis en vuestra
propia fuerza; un ángel de Dios estará a vuestro lado, para ayudaros
a contestar toda pregunta que se os haga. Día tras día, habéis de estar
encerrados, por así decirlo, con Jesús; y entonces vuestras palabras
y vuestro ejemplo tendrán una fuerte influencia para el bien.
No hay excusa para la ignorancia
Algunos de los que entran en el ministerio no sienten la carga
de la obra. Tienen ideas falsas acerca de las calificaciones necesa-
rias para un predicador. Les parece que el hacerse idóneo para el
ministerio requiere poco estudio detenido de las ciencias o de la
Palabra de Dios. Algunos de los que enseñan la verdad presente
tienen tan deficiente conocimiento de la Biblia que les es difícil citar
un texto de la Escritura correctamente de memoria. Al cometer las
torpes equivocaciones en que incurren, pecan contra Dios. Tuercen
las Escrituras, y hacen decir a la Biblia cosas que no están escritas
en ella.
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Algunos piensan que la educación o un conocimiento cabal de
las Escrituras son de poca importancia con tal que uno tenga el
Espíritu. Pero Dios no manda nunca su Espíritu para sancionar la
ignorancia. El puede compadecerse y bendecir a aquellos que están
de tal modo situados que les es imposible educarse, y lo hace; hasta
condesciende a veces a hacer perfecta su fuerza en la debilidad de
ellos. Pero es deber de los tales estudiar la Palabra de Dios. La falta
de conocimiento de las ciencias no es excusa alguna para descuidar
el estudio de la Biblia; porque las palabras de la inspiración son tan
claras que aun los que no tienen letras pueden comprenderlas.
El pago de la hospitalidad
Los jóvenes predicadores deben hacerse útiles dondequiera que
estén. Cuando visitan a la gente en sus hogares, no deben ser ocio-