Página 101 - Obreros Evang

Basic HTML Version

El jóven predicador
97
sos, sin esforzarse por ayudar a aquellos que los benefician con su
hospitalidad. Las obligaciones son mutuas; si el predicador goza de
la hospitalidad de sus amigos, es deber suyo responder a su bondad
con una conducta servicial y considerada hacia ellos. El hombre que
le dé hospitalidad puede tener mucha congoja y trabajo duro. Al
manifestar una disposición, no sólo a atenderse a sí mismo, sino a
prestar oportuna ayuda a otros, el predicador puede hallar acceso al
corazón, y abrir el camino para la recepción de la verdad.
El amor a la comodidad, y hasta puedo decir, la pereza física,
hacen a un hombre inapto para ser predicador. Los que se están
preparando para entrar en el ministerio deben educarse para hacer
ardua labor física; y entonces serán más capaces de hacer arduo
trabajo mental.
[113]
Fijen los jóvenes jalones bien definidos, por los cuales puedan
guiarse en las emergencias. Cuando se presenta una crisis que re-
quiere facultades físicas activas y bien desarrolladas, y una mente
clara, fuerte y práctica; cuando se ha de hacer trabajo difícil, en
que todo golpe es de valor; cuando se presenten perplejidades a las
cuales se puede hacer frente únicamente por la sabiduría recibida
de lo alto, entonces los jóvenes que hayan aprendido a vencer las
dificultades mediante trabajo serio pueden responder al pedido de
obreros.
La necesidad de firmeza
En la epístola de Pablo a Timoteo, hay muchas lecciones que
debe aprender el joven predicador. El anciano apóstol instaba al
joven obrero a ver la necesidad de ser firme en la fe. “Te aconsejo
que despiertes el don de Dios, que está en ti por la imposición de
mis manos. Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el
de fortaleza, y de amor, y de templanza. Por tanto no te avergüences
del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo; antes sé
participante de los trabajos del Evangelio según la virtud de Dios.”
Le suplicó que recordara que había sido llamado “con vocación
santa” a proclamar el poder de Aquel que “sacó a luz la vida y la
inmortalidad por el Evangelio; del cual—declaró—yo soy puesto
predicador, y apóstol, y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo
padezco esto; mas no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído