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Obreros Evangélicos
y estoy cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel
día.
[114]
Dondequiera que estaba, fuera frente a ceñudos fariseos o a las
autoridades romanas; fuera frente a la furiosa turba de Listra, o los
convictos pecadores de la cárcel macedónica; fuera razonando con
los marineros llenos de pánico sobre el buque náufrago, o estando
solo ante Nerón para defender su vida, nunca se avergonzó de la
causa en la cual militaba. El gran propósito de su vida cristiana
había sido servir a Aquel cuyo nombre una vez lo había llenado de
desprecio; y de este propósito no había sido capaz de apartarlo ni
la oposición ni la persecución. Su fe, robustecida en el esfuerzo y
purificada por el sacrificio, lo sostuvo y lo fortaleció.
“Pues tú, hijo mío—continuó Pablo,—esfuérzate en la gracia
que es en Cristo Jesús. Y lo que has oído de mí entre muchos
testigos, esto encarga a los hombres fieles que serán idóneos también
para enseñar a otros. Tú, pues, sufre trabajos como fiel soldado de
Jesucristo.
El verdadero ministro de Dios no rehuye los trabajos pesados
ni las responsabilidades. De la fuente que nunca falla para los que
sinceramente buscan el poder divino, saca fuerza que lo capacita para
afrontar las tentaciones, sobreponerse a ellas y cumplir los deberes
que Dios le impone. La naturaleza de la gracia que recibe aumenta
su capacidad para conocer a Dios y a su Hijo. Su alma se desvive
por realizar un servicio aceptable para su Maestro. A medida que
avanza en el camino cristiano, se esfuerza “en la gracia que es en
Cristo Jesús.” Esta gracia lo habilita para ser un testigo fiel de las
cosas que ha oído. No desprecia ni descuida el conocimiento que ha
recibido de Dios, sino que lo entrega a hombres fieles, quienes a su
vez lo enseñarán a otros.
[115]
En ésta su última carta a Timoteo, Pablo levanta ante el joven
obrero un elevado ideal, puntualizando los deberes que le correspon-
den como ministro de Cristo. “Procura con diligencia presentarte
a Dios aprobado—escribió el apóstol,—como obrero que no tiene
de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.” “Huye
también los deseos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la caridad,
2 Timoteo 1:6-12
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2 Timoteo 2:1-3
.