Página 109 - Obreros Evang

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La consagración
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que hayan decidido no ofrecer a Dios un sacrificio mutilado, que no
cueste esfuerzo ni oración.
El duque de Wéllington asistía una vez a una reunión en la cual
un grupo de cristianos discutía la posibilidad de éxito en el esfuerzo
misionero entre los paganos. Apelaron al duque para que dijese si, a
su parecer, los tales esfuerzos obtendrían un éxito proporcionado al
costo. El viejo soldado contestó:
—Caballeros, ¿cuál es vuestra orden de marcha? El éxito no es
una cuestión que os toque discutir. Si mal no entiendo, las órdenes
que se os dan son éstas: “Id por todo el mundo; predicad el Evangelio
a toda criatura.” Caballeros, obedeced vuestras órdenes de marcha.
Hermanos míos, el Señor vendrá pronto, y necesitamos dedicar
toda energía nuestra al cumplimiento de la obra que debemos hacer.
Os ruego que os entreguéis completamente a la obra. Cristo dió su
tiempo, su alma, su fuerza, a fin de que trabajéis para beneficiar
y bendecir a la humanidad. Consagraba días enteros a trabajar, y
noches enteras a orar, a fin de tener fuerza para hacer frente al
enemigo y ayudar a los que acudían a él por alivio. Así como la línea
de césped verde indica la dirección de la corriente de agua viva que
la produce, se puede ver a Cristo en los actos de misericordia que
señalaban cada paso de su camino. Dondequiera que fuese, brotaba
la salud, y la felicidad seguía sus pasos. Tan sencillamente presentaba
las palabras de vida que hasta un niño podía comprenderlas. Los
jóvenes se impregnaban de su espíritu de servicio, y trataban de
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imitar sus modales misericordiosos ayudando a los que necesitaban
ayuda. Los ciegos y los sordos se regocijaban en su presencia. Las
palabras que dirigía a los ignorantes y pecadores les abrían una
fuente de vida. El dispensaba sus bendiciones abundantemente y
de continuo; eran las atesoradas riquezas de la eternidad, dadas en
Cristo, el don del Padre al hombre.
Los que trabajan para Dios deben poseer un sentimiento tan
profundo de que no se pertenecen, como si la estampa y el sello de
identificación estuviesen en sus personas. Han de estar asperjados
por la sangre del sacrificio de Cristo, y con un espíritu de consa-
gración completa deben resolver que por la gracia de Cristo serán
un sacrificio vivo. Pero ¡cuán pocos de entre nosotros consideran
la salvación de los pecadores desde el mismo punto de vista que
el universo celestial,—como plan ideado desde la eternidad en la