Página 127 - Obreros Evang

Basic HTML Version

La cosecha—Un sueño
En un sueño que tuve el 29 de septiembre de 1886, andaba yo
con un numeroso grupo de personas que buscaban fresas. Había
entre el grupo muchos jóvenes de ambos sexos que debían ayudar a
recoger dichas frutas. Parece que estábamos en una ciudad, porque
había muy poco terreno baldío; pero en derredor de la ciudad había
campos abiertos, hermosos huertos, quintas cultivadas. Delante de
nosotros iba un carro cargado de provisiones para nuestra comitiva.
Pronto se detuvo el carro, y el grupo se dispersó por todas partes
en busca de frutas. En derredor del carro había matorrales altos y
bajos, cargados de grandes y hermosas fresas; pero todos miraban
demasiado lejos para verlos. Empecé a juntar fruta allí cerca, pero
con mucho cuidado, para no cosechar la fruta verde que estaba de
tal manera mezclada con la madura que podía sacar tan sólo una o
dos fresas de cada racimo.
Algunas fresas hermosas y grandes habían caído al suelo, y
estaban medio consumidas por gusanos e insectos. “¡Oh!—pensaba
yo,—si hubiésemos entrado en este campo antes, toda esta preciosa
fruta podría haberse salvado. Pero ahora es demasiado tarde. Sin
embargo, voy a alzar esto del suelo para ver si queda algo bueno.
Aun cuando toda la fruta esté echada a perder, por lo menos podré
mostrar a los hermanos lo que habrían encontrado si no hubiesen
llegado demasiado tarde.”
En este preciso instante se acercaron lentamente dos o tres miem-
bros de la comitiva adonde yo estaba. Iban charlando y parecían
[143]
muy entretenidos con la compañía mutua que se hacían. Al verme,
dijeron:
—Hemos buscado por todas partes, y no podemos encontrar
fruta.
Miraron con asombro la cantidad que yo tenía. Dije:
—Se puede juntar más en estos matorrales.
Empezaron a juntar, pero en seguida dejaron, diciendo:
123