Página 143 - Obreros Evang

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La distribución del pan de vida
Muchos de aquellos por quienes trabajan nuestros predicadores
ignoran las verdades de la Biblia, y las exigencias de Dios, y las más
sencillas lecciones referentes a la piedad práctica son para ellos una
nueva revelación. Necesitan saber lo que es la verdad, y al trabajar
por ellos, el predicador no debe seguir líneas de pensamiento que
agraden sencillamente a la fantasía o satisfagan la curiosidad. Rompa
más bien el pan de vida ante estas hambrientas almas. Nunca debiera
predicar un sermón que no ayude a sus oyentes a ver más claramente
lo que deben hacer para salvarse.
Los requisitos inmediatos, las pruebas actuales son las cosas
para las cuales los hombres y las mujeres necesitan pronto auxilio.
Las descripciones poéticas y presentaciones fantásticas con que el
predicador se eleve hasta los cielos, agradarán a los sentidos y nutri-
rán la imaginación, pero no ayudarán en la experiencia de la vida, ni
en las necesidades diarias. Puede él pensar que, por su elocuencia
fantaseadora alimenta la grey de Dios; sus oyentes pueden pensar
que nunca antes oyeron la verdad vestida con lenguaje tan hermoso.
Pero, sígase, de causa a efecto, el éxtasis de emoción causado por
estas presentaciones fantásticas, y se verá que aunque tal vez fue-
ron explicadas algunas verdades, tales sermones no fortalecen a los
oyentes para las batallas diarias de la vida.
Aquel que, en su predicación, se fija por blanco supremo la
elocuencia, da a la gente ocasión de olvidar la verdad que está
mezclada con su oratoria. Desvanecida la emoción, se verá que la
palabra de Dios no se fijó en la mente, y que los oyentes no ganaron
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en entendimiento. Pueden hablar elogiosamente de la elocuencia del
predicador, pero no habrán sido llevados más cerca de la decisión.
Hablan del sermón como hablarían de una función de teatro, y del
predicador, como de un actor. Pueden volver para escuchar la misma
clase de discurso, pero se irán sin haber sentido impresión alguna y
sin haber sido alimentados.
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