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Obreros Evangélicos
No son discursos floridos lo que se necesita, ni un desbordamien-
to de palabras sin sentido. Nuestros predicadores han de predicar
de una manera que ayude a la gente a comprender la verdad vital.
Hermanos míos, no os elevéis hasta donde la gente común no os
pueda seguir, y aunque pudiese, no recibiría ningún beneficio de ello.
Enseñad las sencillas lecciones dadas por Cristo. Relatad la historia
de su vida de abnegación y sacrificio, de su humillación y muerte,
de su resurrección y ascensión, de su intercesión por los pecadores
en los atrios celestiales. En toda congregación hay almas en quienes
el Espíritu del Señor está obrando. Ayudadles a comprender lo que
es la verdad; repartidles el pan de vida; llamad su atención a las
cuestiones vitales.
Muchas voces están defendiendo el error; defienda la vuestra la
verdad. Presentad temas que sean como verdes pastos para las ovejas
del redil de Dios. No conduzcáis a vuestros oyentes por los yermos,
donde no se hallarán más cerca de la fuente de agua viva que antes
de oíros. Presentad la verdad tal cual es en Jesús, y las exigencias de
la ley y del Evangelio con claridad. Presentad a Cristo, el camino, la
verdad y la vida, y hablad de su poder para salvar a todos los que
se alleguen a él. El Capitán d
nuestra salvación está intercediendo
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por su pueblo, no como quien, por sus peticiones, quisiera mover al
Padre a compasión, sino como vencedor, que pide los trofeos de su
victoria. El puede salvar hasta lo sumo a todos los que se alleguen a
Dios por su medio. Haced resaltar este hecho.
A menos que los predicadores estén en guardia, ocultarán la
verdad bajo los adornos humanos. Ningún predicador suponga que
puede convertir almas por sermones elocuentes. Los que enseñan a
otros deben pedir a Dios que los llene de su Espíritu, y los habilite
para elevar a Cristo como única esperanza del pecador. Los discursos
floridos, cuentos agradables, o anécdotas impropias no convencen al
pecador. Los hombres escuchan las tales palabras como escucharían
un canto placentero. El mensaje que el pecador debe oír es: “De tal
manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
La
recepción del Evangelio no depende de sabios testimonios, discursos
6—O. E.
Juan 3:16
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