Página 146 - Obreros Evang

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La predicación de Cristo
Muchas observaciones se han hecho acerca de que en sus dis-
cursos nuestros predicadores se han espaciado en la ley, y no en
Jesús. Esta declaración no es estrictamente verídica, ¿pero no tendrá
cierta base? ¿No han ocupado el púlpito hombres que no tuvieron
una experiencia real en las cosas de Dios, hombres que no reci-
bieron la justicia de Cristo? Muchos de nuestros predicadores se
han contentado con hacer meramente sermones, presentando temas
de una manera argumentativa, haciendo escasa mención del poder
salvador del Redentor. Su testimonio estaba desprovisto de la sangre
salvadora de Cristo. Su ofrenda se parecía a la de Caín. Este trajo al
Señor los frutos de la tierra, que en sí mismos eran aceptables a Dios.
Los frutos eran muy buenos; pero faltaba la virtud de la ofrenda—la
sangre del cordero inmolado, que representaba la sangre de Cristo.
Así sucede con los sermones sin Cristo. No producen contrición
de corazón en los hombres, ni los inducen a preguntar: ¿Qué debo
hacer para ser salvo?
Los adventistas del séptimo día debieran destacarse entre todos
los que profesan ser cristianos, en cuanto a levantar a Cristo ante
el mundo. La proclamación del mensaje del tercer ángel exige la
presentación de la verdad del sábado. Esta verdad, junto con las
otras incluídas en el mensaje, ha de ser proclamada; pero el gran
centro de atracción, Cristo Jesús, no debe ser dejado a un lado. Es
en la cruz de Cristo donde la misericordia y la verdad se encuentran,
y donde la justicia y la paz se besan. El pecador debe ser inducido a
mirar al Calvario; con la sencilla fe de un niñito, debe confiar en los
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méritos del Salvador, aceptar su justicia, creer en su misericordia.
El amor de Dios
Por medio del amor de Dios los tesoros de la gracia de Cristo
han sido ofrecidos a la iglesia y al mundo. “De tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
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