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Obreros Evangélicos
El camino a Cristo
Muchas más personas de lo que pensamos están anhelando hallar
el camino a Cristo. Aquellos que predican el último mensaje de
misericordia deben tener presente que Cristo ha de ser ensalzado
como refugio del pecador. Algunos predicadores creen que no es
necesario predicar el arrepentimiento y la fe; dan por sentado que
sus oyentes conocen el Evangelio, y que deben presentarse cosas
diferentes a fin de conservar su atención. Pero muchos hay que están
en triste ignorancia acerca del plan de salvación; necesitan más
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instrucción acerca de este tema de suma importancia que en cuanto
a cualquier otro.
Los discursos teóricos son esenciales, a fin de que la gente pueda
ver la cadena de verdad, que, eslabón tras eslabón se une para formar
un todo perfecto; pero ningún discurso debe predicarse jamás sin
presentar a Cristo y a él crucificado como fundamento del Evangelio.
Los predicadores alcanzarían más corazones sí se explayasen más
en la piedad práctica. Con frecuencia, cuando se hacen esfuerzos
para presentar la verdad en nuevos campos, los discursos dados son
en gran parte teóricos. La gente pierde la tranquilidad por lo que oye.
Muchos ven la fuerza de la verdad, y ansian poner sus pies sobre
un cimiento seguro. Entonces es el momento propicio para hacer
penetrar en la conciencia la religión de Cristo. Si se deja que las
reuniones terminen sin esta obra práctica, la pérdida será grande.
A veces hay hombres y mujeres que se deciden en favor de
la verdad por causa del peso de las pruebas presentadas, sin estar
convertidos. El predicador no habrá hecho su obra antes de haber
hecho comprender a sus oyentes la necesidad de un cambio de
corazón. En todo discurso deben hacerse fervientes llamados a la
gente para que abandone sus pecados y se vuelva a Cristo. Los
pecados populares y la disipación moderna deben condenarse, y
recomendarse la piedad práctica. Cuando siente en su corazón la
importancia de las palabras que pronuncia, el verdadero predicador
no puede reprimir su preocupación por las almas de aquellos por
quienes trabaja.
¡Ojalá pudiese yo disponer de un lenguaje suficientemente fuerte
para producir la impresión que quisiera hacer sobre mis colaborado-
res en el Evangelio! Hermanos míos, estáis manejando las palabras
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