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La justicia por la fe
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es su salvación y su justicia. Satanás tiene el premeditado propósito
de impedir que las almas crean en Cristo como única esperanza
suya; porque la sangre de Cristo que limpia de todo pecado obra
eficazmente sólo en favor de aquellos que creen en su mérito, y la
presentan ante el Padre como presentó Abel su ofrenda.
La ofrenda de Caín fué una ofensa a Dios porque era una ofrenda
sin Cristo. El centro de nuestro mensaje no es sólo los mandamientos
de Dios, sino también la fe de Jesús. Una brillante luz resplandece
sobre nuestra senda hoy día, y nos induce a aumentar nuestra fe en
Jesús. Debemos recibir todo rayo de luz, y andar en él, a fin de que
no constituya la causa de nuestra condenación en el juicio. Nuestros
deberes y obligaciones se vuelven más importantes a medida que
se aclara nuestra visión de la verdad. La luz pone de manifiesto y
corrige los errores escondidos en las tinieblas; y al aparecer ella,
la vida y el carácter de los hombres debe cambiar de una manera
correspondiente, para estar en armonía con ella. Los pecados que
eran una vez pecados de ignorancia, debido a la ceguera de la mente,
no pueden ya ser practicados sin culpa. Al recibir mayor luz, los
hombres deben ser reformados, elevados y refinados por ella, o se
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volverán más perversos y obstinados que antes de llegarles la luz.
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En la Biblia tenemos el infalible consejo de Dios. Sus enseñan-
zas, prácticamente llevadas a cabo, harán a los hombres idóneos para
cualquier posición de deber. Es la voz de Dios que habla cada día
al alma. ... La obra del Espíritu Santo consiste en alumbrar el inte-
lecto entenebrecido, ablandar el corazón pétreo, egoísta, subyugar
al rebelde transgresor, y salvarlo de las influencias corruptoras del
mundo. La oración de Cristo en favor de sus discípulos fué: “Santi-
fícalos en tu verdad: tu palabra es verdad.” La espada del Espíritu,
que es la Palabra de Dios, atraviesa el corazón del pecador, y lo hace
trizas. Cuando el que habla repite la teoría de la verdad sin sentir en
el alma su sagrada influencia, esa verdad no tiene poder sobre los
oyentes, sino que es rechazada como error, y el predicador se hace
responsable de la pérdida de almas.—
Testimonies for the Church
4:441
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