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La justicia por la fe
Es precioso el pensamiento de que la justicia de Cristo nos es
imputada, no por ningún mérito de nuestra parte, sino como don
gratuito de Dios. El enemigo de Dios y del hombre no quiere que
esta verdad sea presentada claramente; porque sabe que si la gente
la recibe plenamente, habrá perdido su poder sobre ella. Si consigue
dominar las mentes de aquellos que se llaman hijos de Dios, de modo
que su experiencia esté formada de duda, incredulidad y tinieblas,
logrará vencerlos con la tentación.
Esta fe sencilla, que acepta al pie de la letra lo que Dios dice,
debe ser estimulada. El pueblo de Dios debe poseer la clase de fe
que se ase del poder divino; “porque por gracia sois salvos por la fe;
y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
Aquellos que creen
que por amor de Cristo, Dios ha perdonado sus pecados, no deben,
por causa de la tentación, dejar de seguir peleando la buena batalla
de la fe. Su fe debe volverse cada vez más fuerte hasta que su vida
cristiana, como sus palabras, declare: “La sangre de Jesucristo ...
nos limpia de todo pecado.
Si tenemos el espíritu y el poder del mensaje del tercer ángel,
debemos presentar juntos la ley y el Evangelio, porque van juntos.
Así como un poder terreno está incitando a los hijos a la desobedien-
cia a anular la ley de Dios, y a pisotear la verdad de que Cristo es
nuestra justicia, un poder de lo alto está obrando en los corazones de
los que son leales, para que ensalcen la ley, y a Jesús como Salvador
completo. A menos que el poder divino penetre en la experiencia del
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pueblo de Dios, las teorías e ideas erróneas aherrojarán las mentes;
Cristo y su justicia se perderán de la experiencia de muchos, y su fe
quedará sin poder ni vida.
Los predicadores han de presentar plenamente a Cristo tanto en
las iglesias como en los campos nuevos, a fin de que los oyentes
obtengan una fe inteligente. Debe enseñarse a la gente que Cristo
Efesios 2:8
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1 Juan 1:7
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