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El cuidado en los modales y la indumentaria
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El Dios del cielo cuyo brazo mueve el mundo, quien nos da
vida y guarda en buena salud, queda honrado o deshonrado por la
indumentaria de los que ofician en honor suyo. El dió a Moisés
instrucciones especiales acerca de cuanto se relacionaba con el
servicio del tabernáculo, y especificó el traje que debían llevar los
que habían de ministrar ante él. “Harás vestidos sagrados a Aarón tu
hermano, para honra y hermosura,
fué la indicación dada a Moisés.
Todo lo relacionado con el atavío y porte de los sacerdotes debía ser
de tal índole que impresionase al espectador con un sentimiento de
la santidad de Dios. del carácter sagrado de su culto, y de la pureza
requerida de aquellos que se allegaban a su presencia.
No se permitía a los sacerdotes entrar en el santuario con los
pies calzados; porque las partículas de polvo adheridas al calzado
habrían profanado el lugar santo. Debían dejar sus zapatos en el
patio antes de entrar en el santuario, y también lavarse las manos
y los pies antes de ministrar en el tabernáculo o ante el altar de los
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holocaustos. Así se enseñaba constantemente la lección de que toda
contaminación debe ser puesta a un lado por aquellos que quieren
allegarse a la presencia de Dios.
La influencia del predicador negligente en su modo de vestir
desagrada a Dios, y crea en los oyentes la impresión de que él
considera la obra en la cual está empeñado como si no fuese más
sagrada que el trabajo manual común. Y no sólo esto, sino que en vez
de demostrarles la importancia de que la indumentaria sea adecuada
y de buen gusto, les da un ejemplo de abandono y falta de aseo, que
algunos no tardan en seguir.
Dios espera que sus ministros, en sus modales e indumentaria,
representen adecuadamente los principios de la verdad y el carácter
sagrado de su cargo. Han de dar un ejemplo que ayude a hombres y
mujeres a alcanzar una norma elevada.
* * * * *
Los hombres tienen el poder de apagar el Espíritu de Dios; se
les deja la facultad de elegir. Se les da libertad de acción. Pueden
ser obedientes por el nombre y la gracia de nuestro Redentor, o
desobedientes, y sentir las consecuencias.
Éxodo 28:2
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