Página 179 - Obreros Evang

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El valor del esfuerzo individual
Los que tuvieron más éxito en la obra de ganar almas fueron
hombres y mujeres que no se enorgullecían de su capacidad, sino
que con humildad y fe trataban de ayudar a los que los rodeaban
Jesús hizo esta misma obra. El se acercaba a aquellos a quienes
deseaba alcanzar. ¡Cuán a menudo, con unos pocos reunidos en
derredor suyo, daba sus lecciones, y uno tras otro se detenían los
transeúntes para escuchar, hasta que una gran muchedumbre oía con
asombro y reverencia las palabras del Maestro enviado del cielo!
La mujer de Samaria
Cristo no aguardaba hasta que se formasen congregaciones. Al-
gunas de las más imponentes verdades que pronunciara fueron dichas
a una persona sola. Escuchemos sus admirables palabras a aquella
mujer solitaria de Samaria. Estaba él sentado al lado del pozo de
Jacob cuando la mujer llegó para sacar agua. Para gran sorpresa
suya, él le pidió un favor. “Dame de beber,” le dijo. Quería un trago
de agua fresca, y también deseaba preparar el camino para darle el
agua de vida.
“¿Cómo tú, siendo judío—preguntó la mujer,—me pides a mí
de beber, que soy mujer samaritana? porque los judíos no se tratan
con los samaritanos.”
Jesús contestó: “Si conocieses el don de Dios, y quién es el que
te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva....
Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tender sed; mas el
que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas
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el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para
vida eterna.”
¡Cuánto interés manifestó Cristo en esta mujer sola! ¡Cuán fer-
vientes y elocuentes fueron sus palabras! Conmovieron el corazón
de la que escuchaba, y olvidándose de lo que había venido a hacer,
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