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Obreros Evangélicos
volvió a la ciudad y dijo a sus amigos: “Venid, ved un hombre que
me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo?
Muchos dejaron su trabajo para ir a ver al Forastero que estaba
junto al pozo de Jacob. Le acosaron a preguntas, y ávidamente
recibieron explicación de muchas cosas que habían sido oscuras
para su entendimiento. Eran como gente que siguiera un repentino
rayo de luz hasta hallar el día.
El resultado de la obra de Jesús, mientras estaba sentado, cansado
y hambriento, al lado del pozo, fué muy extenso en bendiciones. El
alma a quien trató de ayudar vino a ser un medio de alcanzar a otros
y traerlos al Salvador. Tal fué siempre la manera en que la obra de
Dios progresó en la tierra. Dejad resplandecer vuestra luz y otras
luces se encenderán.
Los siervos de Dios han de ser voluntarios militantes, listos para
prestar servicio en seguida de ser avisados. Hermanos míos, de hora
en hora se os presentarán oportunidades de servir a Dios. Estas
oportunidades llegan y pasan constantemente. Estad siempre listos
para sacar el mejor partido posible de ellas. Aquella oportunidad de
decir a algún alma menesterosa la palabra de vida puede no volver a
presentarse; por lo tanto, nadie se atreva a decir: “Ruégote que me
des por excusado.” No perdáis oportunidad de dar a conocer a otros
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las inefables riquezas de Cristo; porque una oportunidad, una vez
descuidada, puede pasar para siempre fuera de nuestro alcance.
* * * * *
No comprendemos como debiéramos el gran conflicto que se
riñe entre agentes invisibles, la controversia entre los ángeles leales
y los desleales. Los ángeles buenos y malos contienden por cada
hombre. No se trata de un simulacro de conflicto. No son batallas
figuradas aquellas en las que estamos empeñados. Tenemos que
hacer frente a los adversarios más poderosos, y a nosotros nos in-
cumbe determinar quiénes ganarán. Hemos de encontrar nuestra
fuerza donde los primeros discípulos hallaron la suya. “Todos éstos
perseveraban unánimes en oración y ruego.” “Y de repente vino
un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual
Véase
Juan 4:7-30
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