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Obreros Evangélicos
ros. Necesitamos hombres que puedan asumir responsabilidades; y
la mejor manera para que adquieran la experiencia que necesitan,
consiste en dedicarse de todo corazón y mente a la obra.
Salvados por los esfuerzos en favor de otros
Una iglesia que trabaja es una iglesia que crece. Los miembros
hallan estímulo y tónico en ayudar a los demás. He leído que en
cierta ocasión un hombre, mientras viajaba en un día de invierno por
lugares donde la nieve se había amontonado en grandes cantidades,
quedó entumecido por el frío, que le estaba quitando impercepti-
blemente toda fuerza vital. Estaba casi congelado, y a punto de
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renunciar a la lucha por la existencia, cuando oyó los gemidos de
un compañero de viaje, que también perecía de frío. Su simpatía
se despertó, y resolvió salvarlo. Restregó los helados miembros del
desdichado, y después de muchos esfuerzos logró ponerlo de pie.
Como el recién hallado no podía estarse de pie, lo llevó en brazos,
con simpatía, a través de amontonamientos de nieve que él nunca
hubiese pensado poder pasar solo.
Cuando hubo llevado a su compañero de viaje a un lugar de
refugio, comprendió repentinamente que al salvar a su prójimo, se
había salvado a sí mismo. Sus ardorosos esfuerzos para ayudar a
otro habían vivificado la sangre que se estaba helando en sus propias
venas, y habían hecho llegar un sano calor a sus extremidades.
La lección de que al ayudar a otros nosotros mismos recibimos
ayuda, debe ser presentada de continuo con instancia a los creyentes
nuevos, por precepto y ejemplo a fin de que en su experiencia cris-
tiana obtengan los mejores resultados. Salgan a trabajar para otros
los abatidos, los que están propensos a creer que el camino a la vida
eterna es penoso y difícil. Los tales esfuerzos, unidos a la oración
por la luz divina, harán palpitar sus corazones con la vivificadora
influencia de la gracia de Dios, y sus propios afectos reflejarán más
fervor divino. Toda su vida cristiana será más real, ferviente y llena
de oración.
Recordemos que somos peregrinos y extranjeros en esta tierra,
que buscamos una patria mejor, a saber, la celestial. Los que se han
unido al Señor en el pacto de servicio se hallan en la obligación de
cooperar con él en la obra de salvar almas.
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