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“Apacienta mis corderos”
La comisión dada a Pedro por Cristo precisamente antes de su
ascensión: “Apacienta mis corderos,
es dada a todo predicador.
Al decir a sus discípulos: “Dejad los niños venir, y no se lo estor-
béis; porque de los tales es el reino de Dios,
Cristo hablaba a sus
discípulos de todos los siglos.
La causa de la verdad ha perdido mucho por falta de atención
a las necesidades espirituales de los jóvenes. Los ministros del
Evangelio deben ponerse en buenas relaciones con los jóvenes de
sus congregaciones. Muchos rehuyen hacerlo, pero su negligencia es
un pecado a la vista del cielo. Hay entre nosotros muchos jóvenes de
ambos sexos que no ignoran nuestra fe, cuyo corazón no ha sido, sin
embargo, nunca conmovido por el poder de la gracia divina. ¿Cómo
podemos nosotros, los que decimos ser siervos de Dios, pasar día tras
día, semana tras semana, indiferentes a su condición? Si muriesen en
sus pecados, sin haber sido amonestados, su sangre sería demandada
de las manos de los atalayas que dejaron de darles la amonestación.
¿Por qué no ha de considerarse como trabajo misionero de la
clase más elevada la obra hecha en pro de los jóvenes que están en
nuestras filas? Requiere el tacto más delicado, la consideración más
atenta, las más fervientes oraciones por la sabiduría celestial. Los
jóvenes son el blanco de los ataques especiales de Satanás; pero la
bondad, cortesía y simpatía que fluyen de un corazón lleno de amor
hacia Jesús, conquistarán su confianza, y los salvarán de muchas
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trampas del enemigo.
Los jóvenes necesitan algo más que una atención casual, más
que una palabra de aliento ocasional. Necesitan labor esmerada,
cuidadosa, acompañada de oración. Únicamente aquel cuyo corazón
está lleno de amor y simpatía podrá alcanzar a aquellos jóvenes que
son aparentemente descuidados e indiferentes. No todos pueden ser
ayudados de la misma manera. Dios obra con cada uno conforme a su
Juan 21:15
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Marcos 10:14
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