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Obreros Evangélicos
temperamento y carácter, y debemos cooperar con él. Muchas veces,
aquellos que nosotros pasamos por alto con indiferencia, porque los
juzgamos por la apariencia externa, tienen en sí el mejor material
para ser obreros, y recompensarán todos los esfuerzos hechos para
ellos. Debe dedicarse más estudio al problema de cómo tratar con la
juventud, más oración ferviente para obtener la sabiduría necesaria
para tratar con las mentes.
La predicación para los niños
En toda oportunidad adecuada repítase la historia de Jesús a los
niños. En cada sermón, resérveseles un pequeño rincón. El siervo de
Cristo puede hacerse amigos permanentes de estos pequeñuelos. No
pierda él ninguna oportunidad de ayudarlos a hacerse más entendidos
en el conocimiento de las Escrituras. Esto logrará más de lo que nos
damos cuenta para cerrar el paso a las tretas de Satanás. Si los niños
llegan a familiarizarse temprano con las verdades de la Palabra de
Dios, ello erigirá una barrera contra la impiedad, y podrán hacer
frente al enemigo con las palabras: “Escrito está.”
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Los que instruyen a los niños y jóvenes deben evitar las obser-
vaciones tediosas. Las alocuciones cortas y directas tendrán una
influencia feliz. Si hay mucho que decir, súplase la brevedad con la
frecuencia. Unas pocas observaciones interesantes, hechas a menu-
do, serán más provechosas que el dar toda la instrucción a la vez. Los
discursos largos cansan la mente de los jóvenes. El hablar demasiado
los induce hasta a sentir repugnancia por la instrucción espiritual,
así como el comer demasiado recarga el estómago, reduce el apetito,
y crea repugnancia por la comida. Nuestra instrucción a la iglesia,
y especialmente a los jóvenes, debe ser dada renglón tras renglón,
precepto tras precepto, un poco aquí y otro poco allí. A los niños
hay que atraerlos hacia el cielo con suavidad y no con dureza.
Cómo conquistar los sentimientos de la juventud
Debemos tratar de conquistar los sentimientos de los jóvenes,
simpatizando con ellos en sus goces y tristezas, en sus conflictos y
victorias. Jesús no quedó en el cielo, lejos de los apesadumbrados y
pecaminosos; bajó a este mundo, a fin de conocer la debilidad, los