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Obreros Evangélicos
Ninguna esperanza de inmortalidad gloriosa alumbra el futuro
de los enemigos de Dios. El gran jefe militar conquista naciones,
y deshace los ejércitos de medio mundo; pero muere de desilusión
en el destierro. El filósofo que recorre el universo con su pensa-
miento, viendo por doquiera manifestaciones del poder de Dios y
deleitándose en su armonía, deja muchas veces de contemplar en
estos prodigios admirables la Mano que los hizo todos. “El hombre
en honra que no entiende, semejante es a las bestias que perecen.
Pero los héroes de Dios, poseídos de la fe, reciben una herencia de
mayor valor que cualesquiera riquezas terrenas,—una herencia que
satisfará los anhelos del alma. Pueden ser desconocidos e ignorados
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por el mundo, pero en los libros del cielo están anotados como ciu-
dadanos del reino de Dios, y serán objeto de una excelsa grandeza,
de un eterno peso de gloria.
La obra mayor, el esfuerzo más noble a que puedan dedicarse
los hombres, es mostrar el Cordero de Dios a los pecadores. Los
verdaderos ministros son colaboradores del Señor en el cumplimien-
to de sus propósitos. Dios les dice: Id, enseñad y predicad a Cristo.
Instruid y educad a todos los que no conocen su gracia, su bondad
y su misericordia. Enseñad a la gente. “¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿y cómo creerán a aquel de quien no
han oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique?
“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae
alegres nuevas, del que publica la paz, del que trae nuevas del bien,
del que publica salud, del que dice a Sión: Tu Dios reina!” “Can-
tad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalén: porque
Jehová ha consolado a su pueblo, a Jerusalén ha redimido. Jehová
desnudó el brazo de su santidad ante los ojos de todas las gentes; y
todos los términos de la tierra verán la salud del Dios nuestro.
Los que trabajan para Cristo nunca han de pensar, y mucho
menos hablar, acerca de fracasos en su obra. El Señor Jesús es
nuestra eficiencia en todas las cosas; su Espíritu ha de ser nuestra
ínspiración; y al colocarnos en sus manos, para ser conductos de
luz nunca se agotarán nuestros medios de hacer bien. Podemos
allegarnos a su plenitud, y recibir de la gracia que no tiene límites.
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Salmos 49:20
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Romanos 10:14
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Isaías 52:7, 9, 10
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