Página 267 - Obreros Evang

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Desarrollo y servicio
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energías a su realización, y a mantener nuestros corazones conscien-
tes de su carácter sagrado y sus terribles responsabilidades.
Muchos de los que están calificados para hacer una obra excelen-
te hacen poco porque sólo intentan poco. Millares son los que pasan
por la vida como si no tuviesen ningún gran objeto por el cual vivir,
ninguna elevada norma que alcanzar. Una razón de ello es la baja
estima en que se tienen. Cristo pagó un precio infinito por nosotros,
y desea que nos valoremos de acuerdo con el precio que él pagó.
No nos contentemos con alcanzar una norma baja. No somos lo
que podríamos ser, ni lo que Dios quiere que seamos. Dios nos ha
dado facultades de raciocinio, no para que permanezcan inactivas,
o para ser pervertidas en la obtención de aquello que es terrenal y
sórdido, sino para que se desarrollen hasta lo sumo y sean refinadas,
santificadas, ennoblecidas y empleadas para hacer progresar los
intereses de su reino....
Recordad que en cualquier posición que ocupéis, estáis revelando
vuestros motivos, desarrollando vuestro carácter. Cualquiera que
sea vuestro trabajo, hacedlo con exactitud, con diligencia; venced la
inclinación a buscar una tarea fácil.
Debieran imperar en toda la vida el mismo espíritu y los mismos
principios que uno aplica en el trabajo diario. Los que desean una
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cantidad fija que hacer y un salario fijo, y desean encuadrar exacta-
mente sin la molestia de la adaptación o preparación, no son los que
Dios llama a trabajar en su causa. Los que estudian el medio de usar
tan poco como sea posible su fuerza física, mental y moral, no son
los obreros sobre quienes él puede derramar abundantes bendiciones.
Su ejemplo es contagioso. El interés propio es el motivo predomi-
nante. Los que necesitan ser vigilados y que trabajan únicamente
a medida que se les especifica cada deber, no son los que serán
declarados buenos y fieles. Se necesitan obreros que manifiesten
energía, integridad, diligencia; que estén dispuestos a hacer cuanto
se necesite hacer.
Muchos se vuelven ineficientes por evadir responsabilidades por
temor al fracaso. Dejan así de obtener la educación que deriva de la
experiencia, y que no pueden darles la lectura, el estudio ni todas las
demás ventajas de otra manera obtenidas.
El hombre puede amoldar las circunstancias, pero no se de-
be permitir que las circunstancias amolden al hombre. Debemos