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Obreros Evangélicos
aprovechar las circunstancias como instrumentos con que trabajar.
Debemos dominarlas, pero no permitir que nos dominen.
Los hombres de poder son a menudo los que encontraron opo-
sición, impedimentos y estorbos. Poniendo sus energías en acción,
los obstáculos que encuentran les resultan en beneficios positivos.
Aprenden a fiar en sus esfuerzos. El conflicto y la perplejidad piden
que se ejerza confianza en Dios, y aquella firmeza que desarrolla
poder.
Cristo no escatimó su servicio. El no medía su trabajo por horas.
Dedicaba su tiempo, su corazón, su alma y fuerza a trabajar en
beneficio de la humanidad. Trabajó durante días penosos, se mantuvo
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postrado en súplica de gracia y perseverancia durante largas noches
para poder hacer una obra mayor. Con fuerte llanto y lágrimas
elevaba sus peticiones al cielo, para que su naturaleza humana fuese
fortalecida, para que fuese fortificado para hacer frente a toda la
acción de engaño del astuto enemigo, y para cumplir su misión de
elevar a la humanidad. Dice a sus obreros: “Ejemplo os he dado,
para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
“El amor de Cristo—dijo Pablo,—nos constriñe.
Tal era el
principio que impulsaba su conducta; era su fuerza propulsora. Si
alguna vez flaqueaba por un momento su ardor en la senda del
deber, una mirada a la cruz le hacía ceñir de nuevo los lomos de
su entendimiento, y avanzar en el camino de la abnegación. En sus
labores por sus hermanos, fiaba mucho en la manifestación del amor
infinito revelado en el sacrificio de Cristo con su poder subyugador
y constreñidor.
¡Cuán ferviente y conmovedor es su llamamiento: “Ya sabéis
la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se
hizo pobre, siendo rico; para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos”
Ya sabéis desde qué altura descendió, la profundidad
de la humillación en que se sumió. Sus pies se asentaron en la senda
del sacrificio, y no se apartó hasta haber dado su vida. No hubo
descanso para él entre el trono del cielo y la cruz. Su amor hacia el
hombre lo indujo a aceptar toda indignidad, y sufrir todo ultraje.
Juan 13:15
.
2 Corintios 5:14
.
2 Corintios 8:9
.