Página 27 - Obreros Evang

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El campo es el mundo
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en la cultura de la mente y del alma; y ésta puede tenerla todo
aquel que dé a Dios el primero, último y mejor lugar en todo. Se
esforzaron durante largo tiempo por aprender las lecciones a ellos
dadas en la escuela de Cristo, y sus esfuerzos no fueron vanos. Se
unieron a la más potente de las potestades, y anhelaron siempre una
comprensión más profunda, alta y amplia de las realidades eternas,
a fin de presentar con éxito los tesoros de la verdad a un mundo
menesteroso.
Ahora se necesitan obreros de este carácter, hombres que quieran
consagrarse sin reserva a la obra de representar el reino de Dios ante
un mundo que yace en la maldad. El mundo necesita hombres de
pensamiento, hombres de principios, hombres que crezcan constan-
temente en entendimiento y discernimiento. Hay gran necesidad de
hombres que sepan sacar el mejor partido posible de la prensa, a
fin de que la verdad reciba alas para volar a toda nación, lengua y
pueblo.
El evangelio a todos los países
Por doquiera ha de resplandecer la luz de la verdad, para que
se despierten y conviertan los corazones. En todos los países se ha
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de proclamar el Evangelio. Los siervos de Dios han de trabajar en
lugares cercanos y lejanos, ensanchando las porciones cultivadas de
la viña, y yendo a las regiones lejanas. Han de trabajar mientras dure
el día; porque viene la noche durante la cual nadie puede trabajar.
Los pecadores han de ser conducidos a un Salvador alzado en la
cruz, y se ha de oír, pronunciada por muchas voces, la invitación:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Se han de organizar iglesias, y se deben trazar planes de trabajo
para los miembros de las iglesias recién organizadas. A medida que
los obreros salgan llenos de celo y del amor de Dios, las iglesias
originales serán reavivadas; porque el éxito de los obreros será
considerado como asunto de profunda preocupación personal por
todo miembro de la iglesia.
Se necesitan hombres y mujeres fervientes y abnegados, que
vayan a Dios y con fuerte clamor y lágrimas intercedan por las
almas que están al margen de la ruina. No puede haber mies sin
Juan 1:29
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