Página 26 - Obreros Evang

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El campo es el mundo
“Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vió a dos hermanos,
Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la
red en la mar; porque eran pescadores. Y díceles: Venid en pos de mí,
y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando luego las
redes, le siguieron. Y pasando de allí vió otros dos hermanos, Jacobo,
hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en el barco con Zebedeo, su
padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando luego
el barco y a su padre, le siguieron.
La pronta obediencia de estos hombres que siguieron a Jesús sin
hacerle una pregunta, sin recibir promesa de salario, parece sorpren-
dente; pero las palabras de Cristo eran una invitación que llevaba en
sí un poder impelente. Cristo quería hacer de estos humildes pesca-
dores, por su relación con él, el medio de sacar hombres del servicio
de Satanás y de ponerlos en el servicio de Dios. En esta obra, llega-
rían a ser testigos suyos, que darían al mundo su verdad sin mixtura
de tradiciones y sofismas de los hombres. Practicando sus virtudes,
andando y trabajando con él, habían de quedar calificados para ser
pescadores de hombres.
Así fueron llamados los primeros discípulos al ministerio evan-
gélico. Durante tres años trabajaron en conexión con el Salvador,
y por medio de su enseñanza, sus obras de curación, su ejemplo,
fueron preparados para llevar a cabo la obra que él empezó. Por la
sencillez de su fe, por un servicio puro y humilde, los discípulos
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fueron enseñados a llevar responsabilidades en la causa de Dios.
Hay lecciones que podemos aprender de la experiencia de los
apóstoles. La lealtad de estos hombres a sus principios era tan firme
como el acero. Eran hombres que no desmayaban ni se desalentaban.
Estaban llenos de reverencia y celo por Dios, llenos de propósitos
y aspiraciones nobles. Eran por naturaleza tan débiles e impotentes
como cualquiera de los que están ahora en la obra, pero ponían
toda su confianza en el Señor. Tenían riquezas, pero consistían ellas
Mateo 4:18-22
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