Página 275 - Obreros Evang

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El peligro de rechazar la luz
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deberíamos saber lo que se enseña entre nosotros; porque si es ver-
dad, lo necesitamos. Nos hallamos todos bajo obligación para con
Dios de conocer lo que él nos envía. El ha dado indicaciones por las
cuales podemos probar toda doctrina: “¡A la ley y al testimonio! si
no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.
Si la
luz presentada soporta esa prueba, no debemos negarnos a aceptarla
porque no concuerde con nuestras ideas.
Nadie ha dicho que hayamos de encontrar la perfección en las in-
vestigaciones de algún hombre; pero sé que nuestras iglesias mueren
por falta de enseñanza acerca de la justicia por la fe y otras verdades.
No importa por medio de quién sea enviada la verdad, debe-
mos abrir nuestros corazones para recibirla con la mansedumbre
de Cristo. Pero muchos no obran así. Cuando se presenta un punto
controvertido, formulan objeción tras objeción, sin admitir un punto
que esté bien sostenido. ¡Ojalá obremos como hombres que desean
la luz! ¡Ojalá nos dé Dios su Espíritu Santo día tras día, y haga
resplandecer sobre nosotros la luz de su rostro, para que aprendamos
en la escuela de Cristo!
* * * * *
Cuando se presenta una doctrina que no concuerde con nuestras
opiniones, debemos acudir a la Palabra de Dios, buscar al Señor en
oración, y no permitir al enemigo que se presente con sospechas y
prejuicios. Nunca debemos permitir que se manifieste en nosotros
el espíritu que alistó a los sacerdotes y príncipes contra el Redentor
del mundo. Ellos se quejaban de que él perturbaba al pueblo, y
deseaban que lo hubiese dejado en paz; porque causaba perplejidad
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y disensión. El Señor nos envía luz para probar qué clase de espíritu
tenemos. No debemos engañarnos a nosotros mismos.
En 1844, siempre que llegaba a nuestra atención algo que no
comprendíamos, nos arrodillábamos y pedíamos a Dios que nos
ayudase a asumir la actitud debida; y entonces podíamos llegar a una
correcta comprensión y a ver unánimemente. No había disensión ni
enemistad, ni malas sospechas, ni falsos juicios acerca de nuestros
hermanos. Si sólo conociésemos el mal que causa el espíritu de
intolerancia, ¡cuán cuidadosamente lo rehuiríamos!
Isaías 8:20
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