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Obreros Evangélicos
la verdad, se habrán de erigir casas de culto y escuelas, y de proveer
otras facilidades necesarias. Se han de poner en función prensas en
muchas partes del mundo.
La obra del Señor en territorios nuevos ha de llevarse adelante
hasta terminarse con éxito. Y se deben seguir los planes de Dios,
no las inclinaciones de los que quisieran cosechar en la sección que
está bajo su vigilancia toda ventaja posible, mientras que olvidan la
completa indigencia de otras partes de la viña del Señor.
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En algunas asociaciones se ha tenido por elogioso el ahorrar
recursos, y revelar un gran sobrante en la tesorería. Pero esto no ha
honrado a Dios. Habría sido mejor si el dinero así ahorrado hubiese
sido gastado sabiamente para sostener obreros diligentes y eficientes
en campos menesterosos.
En sus esfuerzos para economizar, nuestros hermanos deben
tener cuidado de no restringir la inversión de recursos donde se
necesite una prudente inversión. Al establecer escuelas y sanatorios,
debe comprarse bastante tierra para poder ejecutar los planes que el
Señor esbozó para estas instituciones. Debe proveerse terreno para
poder cosechar frutas y legumbres, y, dondequiera que sea posible,
debe obtenerse bastante propiedad para que otros no puedan erigir
cerca de la institución edificios de carácter inconveniente.
A veces, cuando una obra adquiere cierto grado de desarrollo, y
los que trabajaron fervorosamente en su apoyo pidieron más ayuda
necesaria, ésta les fué denegada, y ellos no obtuvieron las ventajas
que habrían hecho eficaz su obra. Esto desalentó sus corazones,
y estorbó la causa de Dios. Los que han experimentado temor de
emprender la obra en las ciudades grandes, porque esto significa
labor ardorosa e inversión de recursos, necesitan comprender la
magnitud de la dádiva que hizo Dios al dar a su Hijo para salvar al
mundo. Se puede trabajar en nuestras ciudades si los obreros quieren
confiar en Dios y trabajar con fervor y abnegación.
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