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Obreros Evangélicos
cen capillas y salones a algunos de nuestros obreros, y hay quienes
manifiestan el deseo de oír, ellos deben aprovechar la oportunidad
y hacer lo mejor que puedan; pero no es prudente que un hombre
solo emprenda el trabajo como si tuviese algún gran talento, como
si fuese un Moody o un Sankey, y gaste pródigamente los recursos.
Al mandar misioneros a los países extranjeros, debemos elegir
a los que saben ahorrar, que no tienen familias numerosas, y que,
comprendiendo lo corto que es el tiempo y cuán grande es la obra
que se ha de hacer, se mantendrán tan libres como puedan de cuanto
distraería su mente de la única obra grande. La esposa, si es con-
sagrada, y tiene libertad para ello, puede, colocándose al lado de
su esposo, hacer tanto como él. Queremos misioneros que lo sean
en el sentido más completo de la palabra, que pongan a un lado
las consideraciones egoístas, y den el primer lugar a la causa de
Dios; y que, trabajando sinceramente para gloria suya, se manten-
gan como soldados de emergencia, listos para ir donde él ordene, y
para trabajar en cualquier puesto para difundir el conocimiento de
la verdad. En la obra, en el campo misionero, se necesitan hombres
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cuyas esposas amen y teman a Dios y puedan ayudarles en la obra
de dar el mensaje a un mundo perdido.
Nuestros obreros deben aprender a practicar la economía, no
sólo en sus esfuerzos para hacer progresar la causa de la verdad, sino
en sus gastos domésticos. Deben poner sus familias donde puedan
ser atendidas con el menor gasto posible. Nuestra obra no recibe
donaciones y legados como otras denominaciones; y los que no
han aprendido a vivir dentro de sus recursos, tendrán que hacerlo
o buscarse otro empleo. Los hábitos de complacencia propia, o la
falta de tacto y habilidad de parte de la esposa y madre, pueden
constituir un drenaje constante para la tesorería; y sin embargo, tal
vez piense esta madre que está haciendo lo mejor que puede, porque
nunca se le enseñó a restringir sus necesidades y las de sus hijos, y
nunca adquirió habilidad y tacto en los asuntos de la familia. Por
esto puede ser que una familia necesite para su sostén dos veces más
que otra igualmente numerosa.
Todos deben aprender a llevar cuentas. Algunos descuidan este
trabajo como si no fuese esencial; pero esto es erróneo. Todos los
gastos deben anotarse con exactitud. Esto es algo que muchos de
nuestros obreros tendrán que aprender.