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Obreros Evangélicos
sus vidas la verdadera bondad de acciones desinteresadas. El obrero
que manifieste falta de cortesía, que demuestre impaciencia ante la
ignorancia o extravío de los demás, que hable apresuradamente u
obre irreflexivamente, puede cerrar la puerta de los corazones de
manera tal que nunca los alcance.
Como el rocío y las tranquilas lluvias caen sobre las plantas
marchitadas, así caigan suavemente vuestras palabras cuando tratáis
de sacar a los hombres del error. Dios se propone alcanzar primero el
corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiando en Aquel que
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puede darle poder para reformar la vida. El Espíritu Santo aplicará
al alma la palabra que se diga con amor.
Por naturaleza somos ególatras y muy adictos a nuestras opi-
niones. Pero cuando aprendemos las lecciones que Cristo desea
enseñarnos, llegamos a ser participantes de su naturaleza; desde en-
tonces vivimos su vida. El maravilloso ejemplo de Cristo, la sin par
ternura con que él participaba de los sentimientos ajenos, llorando
con los que lloraban, regocijándose con los que se regocijaban, debe
tener una influencia profunda sobre el carácter de todos los que lo
sigan con sinceridad. Por palabras y actos bondadosos, tratarán de
hacer fácil la senda de los pies cansados.—
The Ministry of Healing,
157, 158
.
* * * * *
No es la obra más alta de la educación el comunicar meramente
conocimientos, sino el impartir aquella energía vivificadora que se
recibe por el contacto de la mente con la mente y del alma con el
alma. Únicamente la vida puede engendrar vida. ¡Qué privilegio
fué el de aquellos que, durante tres años, estuvieron en contacto
diario con aquella vida divina de la cual había fluído todo impulso
vivificador que bendijera al mundo! Más que todos sus compañeros,
Juan, el discípulo amado, se entregó al poder de esa vida maravillosa.
El dice: “La vida fué manifestada, y vivimos, y testificamos, y os
anunciamos aquella vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos
ha aparecido,” “De su plenitud tomamos todos y gracia por gracia.
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En los apóstoles de nuestro Señor no había nada que les pudiera
reportar gloria. Era evidente que el éxito de sus labores se debía
1 Juan 1:2
;
Juan 1:16
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