Página 49 - Obreros Evang

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Cristo como maestro
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tenía que vérselas con corazones tan duros como los que ellos hallan,
y que tuvo una experiencia tan penosa como la que ellos tienen o
pueden llegar a tener. El enseñaba a la gente con amor paciente. Su
sabiduría profunda y escrutadora conocía las necesidades de cada
alma que estuviese entre sus oyentes; y cuando los veía rechazar el
mensaje de paz y amor que él vino a darles, su corazón sentía una
angustia muy profunda.
El Redentor del mundo no vino con ostentación exterior, o gran-
des muestras de sabiduría mundana. Los hombres no podían ver,
bajo el disfraz de la humanidad, la gloria del Hijo de Dios. Fué
“despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, expe-
rimentado en quebranto.” Fué para ellos “como raíz de tierra seca,”
sin “parecer en él, ni hermosura
que se lo hiciese desear. Pero
él declaró: “El Espíritu del Señor Jehová es sobre mí, porque me
ungió Jehová; hame enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos,
a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los
cautivos y a los presos abertura de la cárcel.
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Cristo se allegaba a la gente dondequiera que ésta se hallara.
Presentaba la clara verdad a sus mentes de la manera más fuerte y
con el lenguaje más sencillo. Los humildes pobres, los más igno-
rantes, podían comprender, por fe en él, las verdades más sublimes.
Nadie necesitaba consultar a los sabios doctores acerca de lo que
quería decir. No dejaba perplejos a los ignorantes con inferencias
misteriosas, ni empleaba palabras inusitadas y sabias, que ellos no
conociesen. El mayor Maestro que el mundo haya conocido, fué el
más explícito, claro y práctico en su instrucción.
* * * * *
“Aquél era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que
viene a este mundo.
El mundo había tenido sus grandes maes-
tros, hombres de intelecto gigantesco y admirables investigaciones,
hombres cuyas declaraciones habían estimulado el pensamiento y
abierto a la vista vastos campos de saber; y estos hombres habían
sido honrados como guías y benefactores de su raza. Pero hay Uno
Isaías 53:3, 2
.
Isaías 61:1
.
Juan 1:9, 12, 18
.