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Pablo, el apóstol a los gentiles
Entre aquellos que fueron llamados a predicar el Evangelio de
Cristo, descuella el apóstol Pablo, y es para cada ministro un ejemplo
de lealtad, consagración y esfuerzo incansable. Su experiencia y sus
instrucciones acerca del carácter sagrado de la obra ministerial, son
una fuente de ayuda e inspiración para aquellos que están empeñados
en el ministerio evangélico.
Antes de su conversión, Pablo era un acérrimo perseguidor de
los discípulos de Cristo. Pero ante las puertas de Damasco le habló
una voz, resplandeció en su alma la luz del cielo, y en la revelación
que recibió del Crucificado, contempló lo que cambió todo el curso
de su vida. Desde entonces en adelante, el amor por el Señor de
gloria, a quien había perseguido tan implacablemente en la persona
de sus santos, lo superaba todo. Le había sido dado el ministerio
de dar a conocer el “misterio encubierto desde tiempos eternos.
“Instrumento escogido me es éste—declaró el Angel que le apareció
a Ananías,—para que lleve mi nombre en presencia de los gentiles,
y de reyes, y de los hijos de Israel.
Y durante todo su largo servicio, Pablo no vaciló nunca en su
lealtad al Salvador. “No hago cuenta de haberlo ya alcanzado—
escribió a los filipenses;—pero una cosa hago: olvidando ciertamente
lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo al
blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.
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La vida de Pablo fué una vida de actividades intensas y variadas.
De ciudad en ciudad, y de país en país, él viajaba, contando la histo-
ria de la cruz, ganando conversos para el Evangelio y estableciendo
iglesias. Sentía una solicitud constante por estas iglesias, y les es-
cribió muchas cartas de instrucción. A veces trabajaba en su oficio
para ganar su pan cotidiano. Pero en toda la atareada actividad de su
Romanos 16:25
.
Hechos 9:15
.
Filipenses 3:13, 14
.
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