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Obreros Evangélicos
e inculcará una verdadera estimación de las cosas eternas. Penetren
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los preceptos divinos en la vida diaria; amóldese la vida de acuerdo
con la gran norma divina de justicia, y todo el carácter quedará
fortalecido y ennoblecido.
El que está tratando de obtener calificaciones para ocuparse en
la sagrada obra de Dios debe cuidar de no colocarse en el terreno
del enemigo. Más bien, debe elegir la sociedad de aquellos que le
ayudarán a obtener conocimiento divino. Dios permitió que Juan, el
discípulo amado, fuese desterrado a Patmos, donde estuvo separado
del bullicio y disensión del mundo, apartado de toda influencia
externa, y aun de la obra que él amaba. Entonces pudo el Señor
comulgar con él, y revelarle las escenas finales de la historia de este
mundo. Juan el Bautista se estableció en el desierto, para recibir allí
de Dios el mensaje que había de proclamar,—un mensaje que había
de preparar el camino de Aquel que vendría.
En cuanto podamos, debemos rehuír toda influencia que pueda
tender a distraer la mente de la obra de Dios. Y especialmente los
que son jóvenes en la fe y experiencia deben cuidar de no exponerse,
confiados en sí mismos, a la tentación.
Aquellos que quieran emprender debidamente la obra, sentirán
la necesidad de que Jesús esté con ellos a cada paso, y considerarán
la cultura de la mente y de los modales como un deber para consigo
mismos y requerido por Dios,—un deber que es esencial para el
éxito de la obra.
La suficiencia propia
Algunos de los que se proponen ser obreros misioneros se creen
tan capaces que no necesitan este ejercicio particular; pero los que
abrigan tales sentimientos son justamente quienes más necesidad
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tienen de cabal preparación. Cuando sepan mucho más acerca de
la verdad y de la importancia de la obra, se darán cuenta de su ig-
norancia e ineficiencia. Cuando examinen detenidamente su propio
corazón, verán que están en tal contraste con el carácter puro de Cris-
to que clamarán: “Para estas cosas, ¿quién es suficiente?” Entonces
se esforzarán en profunda humildad por colocarse en íntima cone-
xión con Cristo. Mientras traten de vencer las inclinaciones egoístas
del corazón natural, pondrán sus pies en las huellas de Jesús. “El