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Obreros Evangélicos
puedan oír y unir sus súplicas a la vuestra. Una oración pronunciada
de manera que todas las palabras estén fusionadas, no honra a Dios
ni hace bien a los oyentes. Aprendan los predicadores y todos los que
ofrecen oración en público a orar de manera que Dios sea glorificado
y bendecidos los oyentes. Hablen lenta y distintamente, y en tono
bastante alto para que todos los oigan, y puedan unirse a ellos para
decir amén.—
Testimonies for the Church 6:380-383
.
* * * * *
Algunos de nuestros más talentosos predicadores se están ha-
ciendo mucho daño por su defectuosa manera de hablar. Mientras
enseñan a la gente su deber en cuanto a obedecer a la ley moral de
Dios, no deben ser hallados violando las leyes de Dios acerca de
la salud y la vida. Los predicadores deben mantenerse erguidos, y
hablar lenta, firme y claramente, tomando una inspiración completa a
cada frase, y emitiendo las palabras por el ejercicio de los músculos
abdominales. Si observan esta regla sencilla, y dedican atención a
las leyes de la salud en otros respectos, podrán conservar su vida y
utilidad por mucho más tiempo que los que se dedican a cualquier
otra profesión. Se les ensanchará el pecho, ... y rara vez enronque-
cerá el orador, ni siquiera al tener que hablar constantemente. En
vez de contraer la tuberculosis, pueden los predicadores, teniendo
cuidado, vencer toda tendencia a ella.
A menos que los predicadores se eduquen en cuanto a hablar de
acuerdo con la ley física, sacrificarán la vida, y muchos llorarán la
pérdida de “esos mártires por la causa de la verdad;” cuando el caso
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es que por seguir hábitos erróneos, cometieron una injusticia consigo
mismos y hacia la verdad que representaban, y privaron a Dios y al
mundo del servicio que podrían haber prestado. A Dios le habría
agradado que viviesen, pero ellos cometieron un lento suicidio.
La manera en que la verdad se presenta a menudo tiene mucho
que ver en cuanto a determinar si será aceptada o rechazada. Todos
los que trabajan en la gran causa de reforma deben estudiar para
llegar a ser obreros eficientes, a fin de poder hacer la mayor cantidad
posible de bien, y no restar fuerza a la verdad por causa de sus
propias deficiencias.