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La Oración
Nuestras voces llegan a los oídos de Dios
Y las palabras dichas a Jesús a orillas del Jordán: “Este es mi
Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”, abarcan a toda la
humanidad. Dios habló a Jesús como a nuestro representante. No
obstante todos nuestros pecados y debilidades, no somos desechados
como inútiles. Él “nos hizo aceptos en el Amado”.
Efesios 1:6
. La
gloria que descansó sobre Jesús es una prenda del amor de Dios hacia
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nosotros. Nos habla del poder de la oración, de cómo la voz humana
puede llegar al oído de Dios, y ser aceptadas nuestras peticiones
en los atrios celestiales. Por el pecado, la tierra quedó separada del
cielo y enajenada de su comunión; pero Jesús la ha relacionado otra
vez con la esfera de gloria. Su amor rodeó al hombre, y alcanzó el
cielo más elevado. La luz que cayó por los portales abiertos sobre la
cabeza de nuestro Salvador, caerá sobre nosotros mientras oremos
para pedir ayuda con que resistir a la tentación. La voz que habló a
Jesús dice a toda alma creyente: “Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo contentamiento”.—
El Deseado de Todas las Gentes, 87, 88
.
Las mayores victorias se logran con oración ferviente
¿Haremos avanzar la obra del Señor en la forma en que él lo ha
señalado? ¿Estamos dispuestos a ser enseñados por Dios? ¿Lucha-
remos con Dios en oración? ¿Recibiremos el bautismo del Espíritu
Santo? Esto es lo que necesitamos y podemos tener en este tiempo.
Entonces saldremos con un mensaje del Señor, y la luz de la verdad
brillará como un a lámpara que arde, alcanzando todas partes del
mundo. Si caminamos humildemente con Dios, él caminará con no-
sotros. Humillemos nuestras almas, y veremos su salvación.—
The
Review and Herald, 1 de julio de 1909
.
Jacob prevaleció, porque fue perseverante y decidido. Su expe-
riencia atestigua el poder de la oración insistente. Este es el tiempo
en que debemos aprender la lección de la oración que prevalece y
de la fe inquebrantable. Las mayores victorias de la iglesia de Cristo
o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la edu-
cación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se
alcanzan en la cámara de audiencia con Dios, cuando la fe fervorosa
y agonizante se ase del poderoso brazo de la omnipotencia.