Página 135 - La Oraci

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Oraciones respondidas
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Las oraciones hechas sin convicción no pueden recibir
respuesta
Dios será para nosotros todo lo que le permitamos ser. Nuestras
oraciones lánguidas y sin entusiasmo no tendrán respuesta del cielo.
¡Oh, necesitamos insistir en nuestras peticiones! Pedid con fe, es-
perad con fe, recibid con fe, regocijaos con esperanza, porque todo
aquel que pide, encuentra. Seamos fervientes. Busquemos a Dios de
todo corazón. La gente empeña el alma y pone fervor en todo lo que
emprende en sus realizaciones temporales, hasta que sus esfuerzos
son coronados por el éxito. Con intenso fervor, aprended el oficio
de buscar las ricas bendiciones que Dios ha prometido, y con un
esfuerzo perseverante y decidido tendréis su luz, y su verdad, y su
rica gracia.
Clamad a Dios con sinceridad y alma hambrienta. Luchad con
los agentes celestiales hasta que obtengáis la victoria. Poned todo
vuestro ser, vuestra alma, cuerpo y espíritu en las manos del Señor,
y resolved que seréis sus instrumentos vivos y consagrados, movi-
dos por su voluntad, controlados por su mente, e imbuidos por su
Espíritu.
Contadle a Jesús con sinceridad vuestras necesidades. No se
requiere de vosotros que sostengáis una larga controversia con Dios,
o que le prediquéis un sermón, sino que, con un corazón afligido
a causa de vuestros pecados, digáis: “Sálvame, Señor, o pereceré”.
Para estas almas hay esperanza. Ellas buscarán, pedirán, golpearán
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y encontrarán. Cuando Jesús haya quitado la carga del pecado que
quebranta el alma, experimentaréis la bendición de la paz de Cristo.—
Dios nos Cuida, 111
.
La solicitud de perdón siempre tiene respuesta inmediata
En algunos casos de curación, Jesús no concedió inmediatamente
la bendición pedida. Pero en el caso del leproso, apenas hecha la
súplica fue concedida. Cuando pedimos bendiciones terrenales, tal
vez la respuesta a nuestra oración sea dilatada, o Dios nos dé algo
diferente de lo que pedimos, pero no sucede así cuando pedimos
liberación del pecado. Él quiere limpiarnos del pecado, hacernos
hijos suyos y habilitarnos para vivir una vida santa. Cristo “se dio a