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Oración y reavivamiento
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La oración sin un servicio ferviente al prójimo se convierte en
formalismo
Dios no pretende que algunos de nosotros nos hagamos ermita-
ños o monjes, ni que nos retiremos del mundo a fin de consagrarnos
a los actos de adoración. Nuestra vida debe ser como la vida de
Cristo, que estaba repartida entre la montaña y la multitud. El que
no hace nada más que orar, pronto dejará de hacerlo o sus oraciones
llegarán a ser una rutina formal. Cuando los hombres se alejan de
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la vida social, de la esfera del deber cristiano y de la obligación de
llevar su cruz, cuando dejan de trabajar ardientemente por el Maestro
que trabajaba con ardor por ellos, pierden lo esencial de la oración
y no tienen ya estímulo para la devoción. Sus oraciones llegan a
ser personales y egoístas. No pueden orar por las necesidades de la
humanidad o la extensión del reino de Cristo, ni pedir fuerza con
que trabajar.—
El Camino a Cristo, 101
.
La madurez espiritual depende de la oración
Para progresar en la vida espiritual, tenemos que pasar mucho
tiempo en oración. Cuando el mensaje de verdad se proclamó por
primera vez, ¡cuánto se oraba! ¡Cuán a menudo se oía en las cáma-
ras, en el establo, en el huerto o en la arboleda la voz intercesora!
A menudo pasábamos horas enteras en oración, dos o tres juntos
reclamando la promesa; con frecuencia se escuchaba el sonido del
llanto, y luego la voz de agradecimiento y el canto de alabanza.
Hoy está más cerca el día del Señor que cuando primero creímos,
y debiéramos ser más dedicados, más celosos y fervientes que en
aquellos primeros días. Los peligros que encaramos son mayores
ahora que entonces.—
Testimonios para la Iglesia 5:151
.
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