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La Oración
de Israel; pero no olvidó ni abandonó a su siervo. El Dios del cielo
comprendía los sufrimientos que Moisés había soportado; había
observado todos los actos de su fiel servicio a través de los largos
años de conflicto y prueba. En la cumbre de Pisga, Dios llamó a
Moisés a una herencia infinitamente más gloriosa que la Canaán
terrenal.
En el monte de la transfiguración, Moisés estuvo presente con
Elías, quien había sido trasladado. Fueron enviados como portadores
de la luz y la gloria del Padre para su Hijo. Y así se cumplió por fin
la oración que elevara Moisés tantos siglos antes. Estaba en el “buen
monte,” dentro de la heredad de su pueblo, testificando en favor de
Aquel en quien se concentraban todas las promesas de Israel. Tal es
la última escena revelada al ojo mortal con referencia a la historia
de aquel hombre tan altamente honrado por el cielo.—
Historia de
los Patriarcas y Profetas, 512
.
Ana
De Silo, Ana regresó quedamente a su hogar en Ramatha, dejan-
do al niño Samuel para que, bajo la instrucción del sumo sacerdote,
se le educase en el servicio de la casa de Dios. Desde que el niño
diera sus primeras muestras de inteligencia, la madre le había en-
señado a amar y reverenciar a Dios, y a considerarse a sí mismo
como del Señor. Por medio de todos los objetos familiares que le
rodeaban, ella había tratado de dirigir sus pensamientos hacia el
Creador. Cuando se separó de su hijo no cesó la solicitud de la
madre fiel por el niño. Era el tema de las oraciones diarias de ella.
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Todos los años le hacía con sus propias manos un manto para su
servicio; y cuando subía a Silo a adorar con su marido, entregaba
al niño ese recordatorio de su amor. Mientras la madre tejía cada
una de las fibras de la pequeña prenda rogaba a Dios que su hijo
fuese puro, noble, y leal. No pedía para él grandeza terrenal, sino que
solicitaba fervorosamente que pudiese alcanzar la grandeza que el
cielo aprecia, que honrara a Dios y beneficiara a sus conciudadanos.
¡Cuán grande fue la recompensa de Ana! ¡Y cuánto alienta a ser
fiel el ejemplo de ella! A toda madre se le confían oportunidades de
valor inestimable e intereses infinitamente valiosos. El humilde con-
junto de deberes que las mujeres han llegado a considerar como una