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Hombres y mujeres de oración
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a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan que Jehová es Dios,
y que no hay otro”.
1 Reyes 8:59, 60
. Y el Señor iba a manifestar
especialmente su favor cuando, en tiempos de guerra o de opresión
por algún ejército, los príncipes de Israel entrasen en la casa de
oración para rogar que se los librase.
1 Reyes 8:33, 34
. No se dejó a
Ezequías sin esperanza. Isaías le mandó palabra diciendo: “Así ha
dicho Jehová, Dios de Israel: Lo que me rogaste acerca de Senaque-
rib rey de Asiria, he oído”.—
La Historia de Profetas y Reyes, 264,
265
.
Ezequías sanado en respuesta a la oración
Desde los días de David, no había gobernado un rey que hubiere
hecho esfuerzos tan extraordinarios para edificar el reino de Dios en
un tiempo de apostasía y desánimo como Ezequías. El gobernante
moribundo había servido fielmente a Dios, y había hecho mucho
para fortalecer la confianza del pueblo en Jehová como su gober-
nante supremo. Y al igual que David, ahora podía decir: “Llegue mi
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oración a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor. Porque mi alma
está hastiada de males, y mi vida cercana al Seol”. “Porque tú, oh
Señor Jehová, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud.
En ti he sido sustentado desde el vientre... Cuando mi fuerza se
acabare, no me desampares... Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío,
acude pronto en mi socorro... no me desampares, hasta que anuncie
tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir”.
Salmos 88:2, 3
;
71:5-18
.
Aquel cuyas misericordias nunca decaen (ver
Lamentaciones
3:22
), escuchó la oración de su siervo. “Antes que Isaías saliese
hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:
Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová,
el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus
lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de
Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta
ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor
a mí mismo, y por amor a David mi siervo”.
2 Reyes 20:4-6
.—
The
Review and Herald, 6 de mayo de 1915
.