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La oración y la adoración
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¿Cuál es el objeto que se tiene al reunirse? ¿Es para informar a
Dios, instruirlo, diciéndole en oración todo lo que sabemos? Nos
reunimos para edificarnos unos a otros mediante el intercambio
de pensamientos y sentimientos, para obtener fuerza, luz y valor al
conocer mejor nuestras esperanzas y aspiraciones mutuas; y al elevar
con fe nuestras oraciones fervientes y sentidas, recibimos refrigerio
y vigor de la fuente de nuestra fuerza. Estas reuniones deben ser
momentos muy preciosos, y deben ser hechas interesantes para todos
los que tienen placer en las cosas religiosas.
Temo que algunos no presenten sus dificultades a Dios en ora-
ción particular, sino que las reserven para la reunión de oración,
y allí eleven sus oraciones de varios días. A los tales se los puede
llamar asesinos de reuniones públicas y de oración. No emiten luz;
no edifican a nadie. Sus oraciones heladas y sus largos testimonios
de apóstatas arrojan una sombra. Todos se alegran cuando han termi-
nado, y es casi imposible desechar el enfriamiento y las tinieblas que
sus oraciones y exhortaciones imparten a la reunión. Por la luz que
he recibido, entiendo que nuestras reuniones deben ser espirituales,
sociales y no demasiado largas. La reserva, el orgullo, la vanidad y
el temor del hombre deben quedar en casa. Las pequeñas diferencias
y los prejuicios no deben ir con nosotros a estas reuniones. Como
en una familia unida, la sencillez, la mansedumbre, la confianza y
el amor deben reinar en el corazón de los hermanos y las herma-
nas que se reúnen para ser refrigerados y vigorizados al juntar sus
luces.—
Testimonios para la Iglesia 2:511, 512
.
Las oraciones públicas deben ser hechas con voz distinta,
clara, y con lenguaje sencillo
Pronuncien sus palabras debidamente los que oran y los que
hablan; háganlo en tono claro, distinto y firme. La oración, si se
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hace de una manera apropiada, es un poder para el bien. Es uno de
los medios empleados por el Señor para comunicar al pueblo los
preciosos tesoros de verdad. Pero muchas veces no es lo que debiera
ser, por causa de las voces defectuosas de los que la elevan. Satanás
se regocija cuando es casi imposible oír las oraciones ofrecidas a
Dios. Aprenda el pueblo de Dios a hablar y orar de una manera que
represente apropiadamente las grandes verdades que poseemos. Sean