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Las actitudes en la oración
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El rey Salomón se puso de pie sobre una plataforma de bronce
ubicada delante del altar y bendijo al pueblo. Enseguida se arrodilló
y con las manos extendidas hacia el cielo elevó una ferviente y
solemne oración a Dios mientras la congregación se postraba con el
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rostro hacia tierra. Cuando terminó su plegaria, un fuego milagroso
descendió del cielo y consumió el sacrificio.—
La Historia de la
Redención, 199
.
Vuestra mente os fue dada a fin de que sepáis cómo trabajar.
Vuestros ojos deben vigilar las oportunidades que os son dadas por
Dios. Vuestros oídos deben estar atentos para escuchar los mandatos
de Dios. Vuestras rodillas deben doblarse tres veces al día en oración
sincera. Que vuestros pies corran en el camino de los mandamientos
de Dios.—
Testimonies for the Church 6:297
.
Los ministros deben postrarse en oración antes de predicar
De acuerdo con la luz que me ha sido dada, sería agradable a
Dios que los ministros se inclinaran tan pronto como suben a la
plataforma, y solemnemente pidieran ayuda a Dios. ¿Qué impresión
haría esto? Habría solemnidad y temor reverente en el pueblo. Su
ministro está en comunión con Dios; se está encomendando a Dios
antes de atreverse a presentarse ante el pueblo. Entonces la solemni-
dad descansa sobre el pueblo, y los ángeles de Dios se acercan más.
Lo primero que deben hacer los ministros al subir a la plataforma es
fijar su vista en Dios, y de ese modo decir a todos: Dios es la fuente
de mi fortaleza.—
Testimonios para la Iglesia 2:542
.
Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y
digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue
al púlpito y pedir fervientemente ayuda a Dios. ¡Qué impresión
hará esto! Habrá solemnidad y reverencia entre los oyentes. Su
ministro está comulgando con Dios; se está confiando a Dios antes
de atreverse a presentarse delante de la gente. Una solemnidad
desciende sobre todos, y los ángeles de Dios son atraídos muy cerca.
Cada uno de los miembros de la congregación que teme a Dios, debe
también unirse en oración silenciosa con él, inclinando su cabeza,
para que Dios honre la reunión con su presencia y dé poder a su
verdad proclamada por los labios humanos.
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