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La Oración
Sería bueno que jóvenes y ancianos meditasen en esas palabras
de la Escritura que demuestran cómo debe ser considerado el lugar
señalado por la presencia especial de Dios. “Quita tus zapatos de tus
pies—ordenó a Moisés desde la zarza ardiente—, porque el lugar en
que tú estás, tierra santa es”. Jacob, después de contemplar la visión
de los ángeles, exclamó: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y
yo no lo sabía. ... No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del
cielo”.—
Obreros Evangélicos, 187, 188
.
[251]
La humildad manifestada por Salomón cuando comenzó a llevar
los cargos del Estado, al reconocer delante de Dios: “Yo soy un
niño pequeño”.
1 Reyes 3:7 (VM)
. Su notable amor a Dios, su
profunda reverencia por las cosas divinas, su desconfianza de sí
mismo y su ensalzamiento del Creador infinito, todos estos rasgos de
carácter, tan dignos de emulación, se revelaron durante los servicios
relacionados con la terminación del templo, cuando al elevar su
oración dedicatoria lo hizo de rodillas, en la humilde posición de
quien ofrece una petición. Los discípulos de Cristo deben precaverse
hoy contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor
piadoso. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo deben acercarse
a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en un
Mediador divino.—
La Historia de Profetas y Reyes, 33
.
“En medio del atrio” del templo se había erigido “un púlpito
de metal,” o plataforma de “cinco codos de largo, y cinco codos
de ancho, y de altura tres codos”. Sobre esta plataforma se hallaba
Salomón, quién, con las manos alzadas, bendecía a la vasta multitud
delante de él. “Y toda la congregación de Israel estaba en pie”.
2
Crónicas 6:13, 3
.
Exclamó Salomón: “Bendito sea Jehová Dios de Israel, el cual
con su mano ha cumplido lo que habló por su boca a David mi padre,
diciendo... A Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre”.
2 Crónicas 6:4, 6
.
Luego Salomón se arrodilló sobre la plataforma, y a oídos de
todo el pueblo, elevó la oración dedicatoria. Alzando las manos
hacia el cielo, mientras la congregación se postraba a tierra sobre sus
rostros, el rey rogó: “Jehová Dios de Israel, no hay Dios semejante a
ti en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia
a tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón”.—
La
Historia de Profetas y Reyes, 28, 29
.