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La oración intercesora
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aliento. Oremos por ellos.—
La Historia de Profetas y Reyes, 531
.
Hay que buscar a las almas, orar por ellas y trabajar en su favor.
Han de hacerse llamamientos fervorosos y se deben ofrecer oracio-
nes fervientes. Nuestras peticiones débiles y sin espíritu han de ser
reemplazadas por súplicas llenas de intenso fervor.—
Testimonios
para la Iglesia 7:14, 15
.
Esta obra requiere que velemos por el bien de las almas, como
quienes hemos de dar cuenta. La ternura de Cristo ha de inundar
el corazón del obrero. Si usted siente amor por las almas, revelará
una tierna preocupación por ellas. Ofrecerá oraciones humildes,
fervientes y sinceras por todos aquellos a quienes visite. La fragancia
del amor de Cristo se revelará en su trabajo. Aquel que entregó su
propia vida por la vida del mundo está dispuesto a cooperar con el
obrero abnegado para producir una impresión sobre los corazones
humanos.—
Testimonies for the Church 6:75, 76
.
Trabajemos juntos en este plan, y oremos unos por otros, trayén-
donos los unos a los otros a la misma presencia de Dios, con una fe
viva.—
The Review and Herald, 28 de agosto de 1888
.
Oremos por bendiciones a fin de poder bendecir a otros
Nuestras oraciones no han de consistir en peticiones egoístas,
meramente para nuestro propio beneficio. Hemos de pedir para poder
dar. El principio de la vida de Cristo debe ser el principio de nuestra
vida. “Por ellos—dijo Cristo, refiriéndose a sus discípulos—yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en
verdad”.
Juan 17:19
. La misma devoción, la misma abnegación, la
misma sujeción a las declaraciones de la Palabra de Dios que se
manifestaron en Cristo, deben verse en sus siervos. Nuestra misión
en el mundo no es servirnos o agradarnos a nosotros mismos. Hemos
de glorificar a Dios cooperando con él para salvar a los pecadores.
Debemos pedir bendiciones a Dios para poder comunicarlas a los de-
más. La capacidad de recibir es preservada únicamente impartiendo.
No podemos continuar recibiendo tesoros celestiales sin comunicar-
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los a aquellos que nos rodean.—
Palabras de Vida del Gran Maestro,
108
.
Al orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, pedimos
para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos