El privilegio de la oración
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para que haga estas cosas por nosotros. Pues dice: “Pedid, y se os
dará”.
Mateo 7:7
. Y “el que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino
que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también
de pura gracia, todas las cosas juntamente con él?”
Romanos 8:32
.
Si toleramos la iniquidad en nuestro corazón, si estamos apega-
dos a algún pecado conocido, el Señor no nos oirá; mas la oración del
alma arrepentida y contrita será siempre aceptada. Cuando hayamos
confesado con corazón contrito todos nuestros pecados conocidos,
podremos esperar que Dios conteste nuestras peticiones. Nuestros
propios méritos nunca nos recomendarán a la gracia de Dios. Es el
mérito de Jesús lo que nos salva y su sangre lo que nos limpia; sin
embargo, nosotros tenemos una obra que hacer para cumplir las con-
diciones de la aceptación. La oración eficaz tiene otro elemento: la
fe. “Porque es preciso que el que viene a Dios, crea que existe, y que
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se ha constituido remunerador de los que le buscan”.
Hebreos 11:6
.
Jesús dijo a sus discípulos: “Todo cuanto pidiereis en la oración,
creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis”.
Marcos 11:24
. ¿Creemos
al pie de la letra todo lo que nos dice?
La seguridad es amplia e ilimitada, y fiel es el que ha prometido.
Cuando no recibimos precisamente las cosas que pedimos y al ins-
tante, debemos creer aún que el Señor oye y que contestará nuestras
oraciones. Somos tan cortos de vista y propensos a errar, que algunas
veces pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros; y
nuestro Padre celestial contesta con amor nuestras oraciones dándo-
nos aquello que es para nuestro más alto bien, aquello que nosotros
mismos desearíamos si, alumbrados de celestial saber, pudiéramos
ver todas las cosas como realmente son. Cuando nos parezca que
nuestras oraciones no son contestadas, debemos aferramos a la pro-
mesa; porque el tiempo de recibir contestación seguramente vendrá
y recibiremos las bendiciones que más necesitamos. Por supuesto,
pretender que nuestras oraciones sean siempre contestadas en la
misma forma y según la cosa particular que pidamos, es presunción.
Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para
negar un bien a los que andan en integridad. Así que no temáis
confiar en él, aunque no veáis la inmediata respuesta de vuestras
oraciones. Confiad en la seguridad de su promesa: “Pedid, y se os
dará”.