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La Oración
El ministerio de los ángeles, el don del Espíritu, las labores de los
siervos, todas estas cosas son para nosotros. El mundo, con cuanto
contiene, es nuestro en la medida en que pueda beneficiarnos. Aun
la enemistad de los malos resultará una bendición, porque nos dis-
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ciplinará para entrar en los cielos. Si somos “de Cristo”, “todo” es
nuestro. Ver
1 Corintios 3:23, 21
.
Por ahora somos como hijos que aún no disfrutan de su herencia.
Dios no nos confía nuestro precioso legado, no sea que Satanás
nos engañe con sus artificios astutos, como engañó a la primera
pareja en el Edén. Cristo lo guarda seguro para nosotros fuera del
alcance del despojador. Como hijos, recibiremos día tras día lo
que necesitamos para el presente. Diariamente debemos pedir: “El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. No nos desalentemos si no
tenemos bastante para mañana. Su promesa es segura: “Vivirás en
la tierra, y en verdad serás alimentado”. Dice David: “Joven fui, y
he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia
que mendigue pan”.
Salmos 37:3, 25
. El mismo Dios que envió
los cuervos para dar pan a Elías, cerca del arroyo de Querit, no
descuidará a ninguno de sus hijos fieles y abnegados. Del que anda
en la justicia se ha escrito: “Se le dará su pan, y sus aguas serán
seguras”. “No serán avergonzados en el mal tiempo, y en los días
de hambre serán saciados”. “El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también
con él todas las cosas?”
Isaías 33:16
;
Salmos 37:19
;
Romanos 8:32
.
El que alivió los cuidados y ansiedades de su madre viuda y la ayudó
a sostener la familia en Nazaret, simpatiza con toda madre en la
lucha para proveer alimento a sus hijos. Quien se compadeció de
las multitudes porque “estaban desamparadas y dispersas”, sigue
teniendo compasión de los pobres que sufren. Ver
Mateo 9:36
. Les
extiende la mano para bendecirlos, y en la misma plegaria que dio a
sus discípulos nos enseña a acordarnos de los pobres.
Al orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, pedimos
para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos
que lo que Dios nos da no es para nosotros solos. Dios nos lo confía
para que alimentemos a los hambrientos. De su bondad ha hecho
provisión para el pobre.
Salmos 68:10
. Dice: “Cuando hagas comida
o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes,
ni a vecinos ricos... Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres,