Página 315 - La Oraci

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El padrenuestro
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los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque
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ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la
resurrección de los justos”.
Lucas 14:12-14
.
“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda
gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo
suficiente, abundéis para toda buena obra”. “El que siembra escasa-
mente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente también segará”.
2 Corintios 9:8, 6
.
La oración por el pan cotidiano incluye no solamente el alimento
para sostener el cuerpo, sino también el pan espiritual que nutrirá el
alma para vida eterna. Nos dice Jesús: “Trabajad, no por la comida
que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece”.
Juan
6:27
. “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere
de este pan, vivirá para siempre”.
Vers. 51
. Nuestro Salvador es el
pan de vida; cuando miramos su amor y lo recibimos en el alma,
comemos el pan que desciende del cielo.
Recibimos a Cristo por su Palabra, y se nos da el Espíritu Santo
para abrir la Palabra de Dios a nuestro entendimiento y hacer penetrar
sus verdades en nuestro corazón. Hemos de orar día tras día para
que, mientras leemos su Palabra, Dios nos envíe su Espíritu con el
fin de revelarnos la verdad que fortalecerá nuestras almas para las
necesidades del día.
Al enseñarnos a pedir cada día lo que necesitamos, tanto las
bendiciones temporales como las espirituales, Dios desea alcanzar
un propósito para beneficio nuestro. Quiere que sintamos cuánto
dependemos de su cuidado constante, porque procura atraernos a
una comunión íntima con él. En esta comunión con Cristo, mediante
la oración y el estudio de las verdades grandes y preciosas de su
Palabra, seremos alimentados como almas con hambre; como almas
sedientas seremos refrescados en la fuente de la vida.
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores”—Mateo 6:12
Jesús enseña que podemos recibir el perdón de Dios solamente
en la medida en que nosotros mismos perdonamos a los demás. El
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amor de Dios es lo que nos atrae a él. Ese amor no puede afectar
nuestros corazones sin despertar amor hacia nuestros hermanos.