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La Oración
Al terminar el Padrenuestro, añadió Jesús: “Porque si perdonáis
a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.
Mateo 6:14
.
El que no perdona suprime el único conducto por el cual puede
recibir la misericordia de Dios. No debemos pensar que, a menos
que confiesen su culpa los que nos han hecho daño, tenemos razón
para no perdonarlos. Sin duda, es su deber humillar sus corazones
por el arrepentimiento y la confesión; pero hemos de tener un espíritu
compasivo hacia los que han pecado contra nosotros, confiesen o no
sus faltas. Por mucho que nos hayan ofendido, no debemos pensar
de continuo en los agravios que hemos sufrido ni compadecernos
de nosotros mismos por los daños. Así como esperamos que Dios
nos perdone nuestras ofensas, debemos perdonar a todos los que nos
han hecho mal.
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que mu-
chos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”,
añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que
pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Co-
mo son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más
altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos”.
Isaías 55:7-9
. El perdón de Dios no es solamente un
acto judicial por el cual nos libra de la condenación. No es solo el
perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la
efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el
verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí”.
Salmos
51:10
. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente,
hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.
Salmos 103:12
.
Dios se dio a sí mismo en Cristo por nuestros pecados. Sufrió la
muerte cruel de la cruz; llevó por nosotros el peso del pecado, “el
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justo por los injustos”, para revelarnos su amor y atraernos hacia
él. “Antes—dice—sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a voso-
tros en Cristo”.
Efesios 4:32
. Dejad que more en vosotros Cristo,
la Vida divina, y que por medio de vosotros revele el amor nacido
en el cielo, el cual inspirará esperanza a los desesperados y traerá la