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La Oración
(
Juan 3:16
), no nos abandonará en la lucha contra el enemigo de
Dios y de los hombres. “He aquí—dice—os doy potestad de hollar
serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará”.
Lucas 10:19
.
Vivamos en contacto con el Cristo vivo, y él nos asirá firme-
mente con una mano que nos guardará para siempre. Creamos en
el amor con que Dios nos ama, y estaremos seguros; este amor es
una fortaleza inexpugnable contra todos los engaños y ataques de
Satanás. “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo,
y será levantado”.
Proverbios 18:10
.
“Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria”—Mateo 6:13
La última frase del Padrenuestro, así como la primera, señala
a nuestro Padre como superior a todo poder y autoridad y a todo
nombre que se mencione. El Salvador contemplaba los años que
esperaban a los discípulos, no con el esplendor de la prosperidad y
el honor mundanos con que habían soñado, sino en la oscuridad de
las tempestades del odio humano y de la ira satánica. En medio de
la lucha y la ruina de la nación, los discípulos estarían acosados de
peligros, y a menudo el miedo oprimiría sus corazones. Habrían de
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ver a Jerusalén desolada, el templo arrasado, su culto suprimido para
siempre, e Israel esparcido por todas las tierras como náufragos en
una playa desierta. Dijo Jesús: “Oiréis hablar de guerras y rumores
de guerras... Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
y habrá pestes, y hambres, y terremotos por diferentes lugares. Y
todo esto será principio de dolores”.
Mateo 24:6-8
. A pesar de
ello, los discípulos de Cristo no debían pensar que su esperanza era
vana ni que Dios había abandonado al mundo. El poder y la gloria
pertenecen a Aquel cuyos grandes propósitos se irán cumpliendo
sin impedimento hasta su consumación. En aquella oración, que
expresaba sus necesidades diarias, la atención de los discípulos de
Cristo fue dirigida, por encima de todo el poder y el dominio del
mal, hacia el Señor su Dios, cuyo reino gobierna a todos, y quien es
Padre y Amigo eterno.
La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abrumará
al mundo. Las profecías que se cumplieron en parte en la destrucción
de Jerusalén, se aplican más directamente a los días finales. Estamos