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La oración de fe
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Es privilegio nuestro orar con confianza, pues el Espíritu para-
frasea nuestras peticiones. Con sencillez debemos presentar nuestras
necesidades al Señor, y apropiarnos de su promesa.—
La Maravillosa
Gracia, 92
.
Jesús está tan deseoso de escuchar oraciones hoy como cuando
estuvo en la tierra
Por otra parte la sabiduría mundana enseña que la oración no es
de todo punto necesaria. Los hombres de ciencia declaran que no
puede haber respuesta real a las oraciones; que esto equivaldría a
una violación de las leyes naturales, a todo un milagro, y que los
milagros no existen. Dicen que el universo está gobernado por leyes
inmutables y que Dios mismo no hace nada contrario a esas leyes.
De suerte que representan a Dios ligado por sus propias leyes; como
si la operación de las leyes divinas excluyese la libertad divina. Tal
enseñanza se opone al testimonio de las Sagradas Escrituras. ¿Acaso
Cristo y sus apóstoles no hicieron milagros? El mismo Salvador
compasivo vive en nuestros días, y está tan dispuesto a escuchar
la oración de la fe como cuando andaba en forma visible entre los
hombres.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 579, 580
.
La oración expresa los deseos del corazón
La oración no es expiación del pecado, y de por sí no tiene mé-
rito ni virtud. Todas las palabras floridas que tengamos a nuestra
disposición no equivalen a un solo deseo santo. Las oraciones más
elocuentes son palabrería vana si no expresan los sentimientos sin-
ceros del corazón. La oración que brota del corazón ferviente, que
expresa con sencillez las necesidades del alma así como pediría-
mos un favor a un amigo terrenal esperando que lo hará, esa es la
oración de fe. Dios no quiere nuestras frases de simple ceremo-
nia; pero el clamor inaudible de quien se siente quebrantado por la
convicción de sus pecados y su debilidad llega al oído del Padre
misericordioso.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 75
.
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