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La Oración
del Espíritu. Los tales confunden la fe con la bendición que nos
llega por medio de ella. Precisamente el tiempo más apropiado para
ejercer fe es cuando nos sentimos privados del Espíritu. Cuando
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parecen asentarse densas nubes sobre la mente, es cuando se debe
dejar que la fe viva atraviese las tinieblas y disipe las nubes. La fe
verdadera se apoya en las promesas contenidas en la Palabra de Dios,
y únicamente quienes obedezcan a esta Palabra pueden pretender
que se cumplan sus gloriosas promesas. “Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y
os será hecho”.
Juan 15:7
. “Y cualquiera cosa que pidiéremos la
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos
las cosas que son agradables delante de él”.
1 Juan 3:22
.—
Primeros
Escritos, 72, 73
.
Si no hay una respuesta inmediata, no desconfíes
Vuestra fe no debe desconfiar de las promesas de Dios, porque no
veáis o sintáis la inmediata respuesta a vuestras oraciones: “Pedid
y recibiréis”.
Juan 16:24
. Dios es demasiado sabio para errar, y
demasiado bueno para privar de cualquier cosa buena a sus santos
que andan íntegramente.—
Testimonios para la Iglesia 1:116
.
Oremos confiadamente y dejemos los resultados a Dios
Obren con fe, y confíen los resultados a Dios. Oren con fe, y
el misterio de su providencia dará su respuesta. Tal vez parezca, a
veces, que no pueden tener éxito. Pero trabajen y crean, poniendo
en sus esfuerzos fe, esperanza y valor. Después de hacer lo que
puedan, esperen en el Señor, declarando su fidelidad, y el cumplirá
su palabra. Aguarden, no con ansiedad inquieta, sino con fe indómita
y confianza inconmovible.—
Testimonios para la Iglesia 7:232, 233
.
Es la sentida oración de fe la que es oída en el cielo y contestada
en la tierra. Dios entiende las necesidades de la humanidad. Él sabe
lo que deseamos antes que se lo pidamos. Él ve el conflicto del
alma con la duda y la tentación. Nota la sinceridad del suplicante.
Aceptará la humillación y aflicción del alma. “A aquel miraré que
es pobre y humilde de espíritu—declara—, y que tiembla ante mi
palabra”.
Isaías 66:2
.
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