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La oración de fe
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Pedir con fe proporciona ricas bendiciones
En las palabras que dirigimos a la gente y en las oraciones que
ofrecemos, Dios desea que demos evidencia inequívoca de que po-
seemos vida espiritual. No disfrutamos la plenitud de la bendición
que el Señor ha preparado para nosotros, porque no pedimos con
fe. Si ejercitásemos fe en la Palabra del Dios viviente, tendríamos
las más ricas bendiciones. Deshonramos a Dios por nuestra falta de
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fe; por lo tanto no podemos impartir vida a otros, dando un testi-
monio viviente y elevador. No podemos dar lo que no poseemos.—
Testimonios Selectos 4:81
.
Podemos obtener fuerza de Dios. Él puede ayudarnos. Puede
darnos gracia y sabiduría celestial. Si pedís con fe, recibiréis, pero
debéis velar en oración. Velar, orar, trabajar, debiera ser vuestra
consigna”.—
Testimonios para la Iglesia 2:380
.
La fe reclama la bendición antes de recibirla
He observado frecuentemente que los hijos del Señor descuidan
la oración, y sobre todo la oración secreta; la descuidan demasiado.
Muchos no ejercitan la fe que es su privilegio y deber ejercitar, y a
menudo aguardan aquel sentimiento íntimo que solo la fe puede dar.
El sentimiento de por sí no es fe. Son dos cosas distintas. A nosotros
nos toca ejercitar la fe; pero el sentimiento gozoso y sus beneficios
han de sernos dados por Dios. La gracia de Dios llega al alma por el
canal de la fe viva, que está en nuestro poder ejercitar.
La fe verdadera demanda la bendición prometida y se aferra a
ella antes de saberla realizada y de sentirla. Debemos elevar nuestras
peticiones al lugar santísimo con una fe que dé por recibidos los
prometidos beneficios y los considere ya suyos. Hemos de creer,
pues, que recibiremos la bendición, porque nuestra fe ya se apropió
de ella, y, según la Palabra, es nuestra. “Por tanto, os digo que todo
lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.
Marcos
11:24
. Esto es fe sincera y pura: creer que recibiremos la bendición
aun antes de recibirla en realidad. Cuando la bendición prometida
se siente y se disfruta, la fe queda anonadada. Pero muchos suponen
que tienen gran fe cuando participan del Espíritu Santo en forma
destacada, y que no pueden tener fe a menos que sientan el poder