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La Oración
usado para hacer su voluntad. Cuando se satisfacen las condiciones,
la promesa es indubitable.
Podemos pedir perdón por el pecado, el don del Espíritu Santo,
un carácter como el de Cristo, sabiduría y fuerza para hacer su
obra, cualquier don que él haya prometido; luego tenemos que creer
para recibir y dar gracias a Dios por lo que hemos recibido.—
La
Educación, 257, 258
.
Las oraciones privadas sustentan la vida espiritual
No necesitamos buscar una evidencia exterior de la bendición.
El don está en la promesa y podemos emprender nuestro trabajo
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seguros de que Dios es capaz de cumplir lo que ha prometido y que
el don, que ya poseemos, se manifestará cuando más lo necesitemos.
Vivir así, dependiendo de la palabra de Dios, significa entregarle
toda la vida. Se experimentará una permanente sensación de necesi-
dad y dependencia, una búsqueda de Dios por parte del corazón. La
oración es una necesidad porque es la vida del alma. La oración en
familia, la oración en público, tienen su lugar, pero es la comunión
secreta con Dios la que sostiene la vida del alma.
En el monte, junto a Dios, Moisés contempló el modelo del her-
moso edificio que había de ser la morada de su gloria. En el monte,
junto a Dios, en el lugar secreto de comunión, podemos contemplar
su glorioso ideal para la humanidad. De ese modo podremos levan-
tar el edificio de nuestro carácter en forma tal que se cumpla para
nosotros su promesa: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo”.
2 Corintios 6:16
.
Jesús recibió sabiduría y poder durante su vida terrenal, en las
horas de oración solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen
a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud
para tener comunión con su Padre celestial. Y durante el día eleven
su corazón a Dios. A cada paso que damos en nuestro camino, nos
dice: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano
derecha... no temas, yo te ayudo”.
Isaías 41:13
. Si nuestros hijos
pudieran aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura
y poder, qué gozo y dulzura se manifestaría en su existencia!—
La
Educación, 258, 259
.