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La oración de fe
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perad con fe, recibid con fe, regocijaos con esperanza, porque todo
aquel que pide, encuentra. Seamos fervientes. Busquemos a Dios de
todo corazón. La gente empeña el alma y pone fervor en todo lo que
emprende en sus realizaciones temporales, hasta que sus esfuerzos
son coronados por el éxito. Con intenso fervor, aprended el oficio
de buscar las ricas bendiciones que Dios ha prometido, y con un
esfuerzo perseverante y decidido tendréis su luz, y su verdad, y su
rica gracia.
Clamad a Dios con sinceridad y alma anhelante. Luchad con
los agentes celestiales hasta que obtengáis la victoria. Poned todo
vuestro ser, vuestra alma, cuerpo y espíritu en las manos del Señor,
y resolved que seréis sus instrumentos vivos y consagrados, movi-
dos por su voluntad, controlados por su mente, e imbuidos por su
Espíritu.
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Contadle a Jesús con sinceridad vuestras necesidades. No se
requiere de vosotros que sostengáis una larga controversia con Dios,
o que le prediquéis un sermón, sino que, con un corazón afligido
a causa de vuestros pecados, digáis: “Sálvame, Señor, o pereceré”.
Para estas almas hay esperanza. Ellas buscarán, pedirán, golpearán
y encontrarán. Cuando Jesús haya quitado la carga del pecado que
quebranta el alma, experimentaréis la bendición de la paz de Cristo.—
Nuestra Elavada Vocacion, 133
.
Cuando los hombres sean tan consagrados como Elías y posean
la fe que él tenía, Dios se revelará como entonces. Cuando los
hombres eleven súplicas al Señor como Jacob, se volverán a ver
los resultados que se vieron entonces. Vendrá poder de Dios en
respuesta a la oración de fe.—
Obreros Evangélicos, 269
.
Ha de comprenderse la ciencia de la oración
La oración y la fe están íntimamente ligadas y necesitan ser
estudiadas juntas. En la oración de fe hay una ciencia divina; es una
ciencia que debe comprender todo el que quiera tener éxito en la
obra de su vida. Cristo dice: “Todo lo que pidiereis orando, creed
que lo recibiréis, y os vendrá”. Él explica claramente que nuestra
petición debe estar de acuerdo con la voluntad de Dios; debemos
pedir cosas que él haya prometido y todo lo que recibamos debe ser